14 marzo 2019. Jueves de la I semana de Cuaresma – Puntos de oración


Que el Señor sabe todo lo que necesitamos no hay duda. Es Omnisciente, lo sabe todo y lo entiende todo, y se acuerda de todo. Cuando nos hizo a imagen y semejanza suya, en esto o bien se equivocó o es que nos viene bien no saberlo todo, ni entenderlo todo ni acordarnos de todo… (en fin, este es otro tema). Y, sin embargo, quiere que le pidamos todo como si no lo supiera.
¿Por qué haces esto Señor? ¡Te pido, Señor, que me expliques por qué hay que pedirte!
Yo creo que es un problema de confianza. Si uno se lo gestiona todo a sí mismo se convierte en un independiente, egoísta y soberbio; y acaba creyendo que no necesita a nadie en la tierra y por supuesto tampoco en el cielo. Pero el que no tiene más remedio que pedir se hace humilde, busca y descubre el amor que los demás le tienen y, sobre todo, descubre que necesitar de Dios es la mejor forma de ser libre de verdad. Rézalo, ya verás como tengo razón. Además, al buscar a Dios, él que se hace el encontradizo, nos encuentra primero. Y llamar y clamar a Dios hace que se abran nuestros oídos para escuchar lo que el mismo Dios a quien llamamos nos dice.
Pedir para ser humilde. Buscar para ser encontrado. Llamar para ser escuchado.
El salmista lo tenía claro, y se marcó un salmo de auténtica noticia verdadera y buena: Cuando te invoqué me escuchaste, Señor… E inmediatamente pasa a dar gracias a Dios por lo que ha recibido. Nuestra oración ha de ser así. Antes de pedir, dar gracias a Dios porque ya nos ha concedido lo mejor. Jesús rezaba así: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado». O sea, que Jesús pidiendo, ya sabe que está conseguido antes de que ocurra la resurrección de Lázaro.
La reina Ester, a la que descubrimos en la primera lectura, hace una preciosa petición que bien podríamos repetir varias veces durante este día: Líbranos de la mano de nuestros enemigos, cambia nuestro luto en gozo y nuestros sufrimientos en salvación.

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