Padre nuestro, que estás en el cielo…
Vamos cogiendo carrerilla a medida que
avanzamos en la cuaresma. Hoy tomamos un gran impulso meditando la oración
principal del cristiano que es el padrenuestro. Jesús maestro enseña a
sus discípulos a orar. Todos podemos tener alguna idea errónea sobre la oración
que no nos ayuda a orar: bien porque nos desanima y dejamos de rezar o bien
porque nos lleva a hacer mal la oración. Por ejemplo, en la época de Jesús
muchos judíos pensaban que una buena oración era aquella que contenía muchas
palabras, era muy larga y se hacía en público. Para que nada de esto les suceda
a los discípulos, el mismo Jesús les enseña a orar. No seáis como
ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis.
Vosotros orad así: Padre nuestro que estás en el cielo… El
padrenuestro es ante todo la oración de Jesús, la que Él mismo dirige al Padre
y a la que nosotros debemos unimos. Es la palabra que sale de la boca de Dios y
fecunda el mundo.
El padrenuestro lo podemos rezar en
primer lugar para dar gloria a Dios. Es lo primero que decimos: santificado
sea tu nombre, venga a nosotros tu reino. Esto lo han vivido todos los
santos, recuerdo ahora una oración que me gusta mucho, es de San Antonio María
Claret. Después de pedir conocer y hacer conocer a Dios, de amarle y hacer
amar, de servirle y hacer que servir al Señor, termina diciendo: que te
alabe y te haga alabar por todas las criaturas. Padre, santificado sea
tu nombre, nombre respetado y amado por todos y en todas partes. Venga a
nosotros tu reino; reino de paz y justicia; reino de vida y amor. Si queremos
usar un lenguaje más actual, podemos pedir a Dios con actitud de compromiso por
nuestra parte, un mundo mejor: más justo y solidario; más respetuoso con la
vida en todas sus manifestaciones, especialmente con la vida humana, con la de
los aún no nacidos y con las de los enfermos y ancianos; pedir amor para todos
sin distinción alguna y mayor conciencia ecológica en la humanidad.
También podemos rezar el padrenuestro
por alguna intención particular o de la Iglesia. Específicamente: para que se
cumpla la voluntad de Dios en la tierra, entre los hombres y en toda la
creación. El hombre con sus actividades puede dañar seriamente la creación
comprometiendo el futuro de las nuevas generaciones. Dios nos ha dado la tierra
como la casa común de todos los seres vivos y quiere que nosotros la cuidemos con
esmero. También podemos pedir por las necesidades de cada uno o del prójimo,
especialmente por los que pasan hambre. Es fácil olvidarse de los hambrientos
cuando no nos falta de nada.
Antes de terminar, debemos pedir a Dios
que perdone nuestras ofensas. Todos cometemos pecados y con ellos
ofendemos a Dios y al prójimo. Debemos reconocerlo y con humildad pedir perdón
a Dios. Pero Jesús nos advierte de que no podemos pedir que Dios nos perdone si
nosotros no perdonamos a los que nos ofenden. Finalmente pedimos
para todos que no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”.
Este final en plural es muy consolador porque toda la Iglesia unida a Jesús es
quien pide verse libre de la tentación y libre del mal, en el sentido de no
sucumbir al mal definitivo que es la condenación. Y este deseo de Cristo
asumido por la Iglesia es para toda la humanidad.
Oración final: La primera lectura del profeta Isaías nos anima muchísimo a perseverar en
la oración y a confiar en su acción en nosotros y en todos: «Como bajan la
lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la
tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y
pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí
vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo».