Tenemos recién estrenada la cuaresma
2019, y el Papa en su discurso para este tiempo nos habla de la misma como un
camino de conversión. Nos habla de un proceso dinámico, de tal modo que podemos
decir que caminamos “de Pascua en Pascua”. Puede parecer que todos los años es
lo mismo como si de una circunferencia se tratase, en la que año tras año
pasamos por los mismos puntos, por los mismos misterios. Sin embargo, más que
una circunferencia yo prefiero compararlo con una espiral. Siempre pasamos
sobre los mismos puntos del plano (los mismos misterios litúrgicos) pero cada
vez a una altura distinta, a mayor altura, penetrando cada vez más en el
misterio de la muerte y resurrección del Señor.
Porque, de eso se trata, de penetrar
cada vez más en el misterio de la Redención. Y viene muy a propósito de esta
intención las recomendaciones del libro de Isaías de las lecturas de hoy:
Si detienes tus pasos el sábado, para no
hacer negocios en mi día santo y llamas al sábado “mi delicia”, y lo consagras
a la gloria del Señor; si lo honras, evitando viajes, dejando de hacer tus
negocios y de discutir tus asuntos, entonces encontrarás tu delicia en el
Señor.
En efecto, el tiempo de cuaresma viene
muy bien para frenar un poco el ritmo de frenética actividad en el que solemos
estar metidos. Nos haría mucho bien detener nuestros pasos, nuestro ritmo de
vida, para dejar un poco de lado “nuestros negocios” y dedicarnos un poco más
al “negocio” de nuestra alma, a las cosas de Dios. Dejar espacio a Dios, eso es
también la cuaresma. Encontrar huecos para Él en nuestro horario es una manera
de honrarle, de señalar el lugar que le corresponde, de consagrar nuestro
tiempo y nuestro corazón a la gloria del Señor. En definitiva, evitar viajes,
dejar de hacer tus negocios, de discutir tus asuntos, no es más que realzar la
centralidad de la presencia del Señor en tu vida. ¿Qué tal detenerme un poco y
dedicar un tiempo extra a la oración? Es una manera de consagrar mi tiempo.
¿Qué tal ayunar un poco de mis cosas, de mis asuntos y mis negocios, siempre
tan importantes? Es una manera de serenar el alma, de encontrar tu descanso y
tu delicia en el Señor. ¿Qué tal ejercer la limosna? En la Biblia, la limosna
es un gesto de bondad del hombre para con su hermano, es una imitación de los
gestos de Dios, que fue el primero en dar muestras de bondad para con el
hombre. Limosna, por tanto, no es sólo, cuando ofrezco al hambriento de lo mío.
También cuando acompaño al alma afligida, cuando alejo el dedo acusador y la
calumnia, y siembro mi entorno de detalles de delicadeza, de bondad, de
belleza, de buena educación, de benevolencia y de benedicencia (decir bien).
La “Cuaresma” del Hijo de Dios, nos dice el Papa Francisco, fue un
entrar en el desierto de la creación para hacer que volviese a
ser aquel jardín de la comunión con Dios que era antes del
pecado original. Que nuestra Cuaresma suponga recorrer ese mismo camino, para
llevar la esperanza de Cristo a la creación, incluido nuestro propio corazón.