Espero que te ayuden estas palabras que
te pongo a continuación para llevar a cabo con fruto este rato de oración.
Sería bueno, si es posible, que realices tu rato de oración delante de Cristo
en la Eucaristía. Si no es posible porque no cuentas con esta posibilidad,
dedícale este tiempo al Señor en la soledad acompañada por Él.
Empezamos nuestra oración invocando al
Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego
de tu amor”.
Como siempre en su Palabra, el Señor nos
manifiesta el amor infinito que nos tiene.
Todas las lecturas que nos ofrece la
Iglesia hoy en este tercer domingo de Adviento nos hablan de la venida del
Señor. Nos hablan de la alegría que produce que el Señor viene a salvarnos. El
apóstol Santiago nos advierte que seamos pacientes, que nos mantengamos firmes
y que confiemos en Dios, porque Dios Hijo viene, y viene porque Dios Padre nos
ama tanto que se desprende de su hijo y lo sacrifica para poder gozar de nuevo
de nuestro amor. Es Él el que toma la iniciativa. ¡Qué mayor alegría para
nosotros que poder regresar al seno del Padre gracias al milagro de la Navidad!
El Señor ya viene.
De manera particular cada una de las
lecturas de la Misa de hoy nos ayudan a profundizar en nuestra oración. La
primera lectura del Libro de Isaías nos recuerda que Dios viene en persona a
salvarnos. Nos recuerda que nos alegremos, que nos alegremos ante la pronta
venida del Señor. ¡Qué se alegren el páramo y la estepa, con gozo y alegría! No
temáis, fortaleceos porque Dios viene en persona a salvarnos. Se abrirán los
ojos del ciego, el cojo saltará con el ciervo, el mudo cantará y la alegría
será completa. Porque Dios viene, viene a erguir lo que estaba torcido, viene a
salvarnos del pecado, a darnos la felicidad que habíamos perdido; y la pena y
la aflicción se alejarán. El Salmo nos canta que el Señor mantiene su fidelidad
perpetuamente, que no nos abandona y que viene a recuperarnos del todo para sí.
El Evangelio no hace más que confirmar la venida de Jesús por anuncio del San
Juan Bautista. Jesús nos dice una frase que también nos puede ayudar traerla a
la oración: “Dichoso el que no se escandalice de mi”. ¿Y tú te escandalizas a
veces de Dios?, ¿o te fías de Él? Dios viene humilde y de manera especial en tu
corazón en esta Navidad. ¿Le quieres recibir para que cambie radicalmente tu
vida?, ¿o te escandalizarás de Él? Nos lo dice el mismo Señor: dichoso (FELIZ)
el que no se escandalice de mí.
Le pedimos nuestra Madre la Virgen
María, la Reina del Adviento que nos ayude a preparar adecuadamente nuestro
corazón para recibir al Niño Jesús en esta próxima Navidad. San José, tú que
también preparaste el corazón y estuviste en el pesebre, ¡Ruega por nosotros!