Tan cerca de la Solemnidad de la
Inmaculada, nuestra oración hoy ha de ser una preparación interior para ese día
tan nuestro. La Campaña de la Inmaculada va llegando a su meta y nuestra
oración quiere ser intercesión, ofrecimiento y alabanza.
Intercesión: “¡Oh, María, sin pecado concebida: ruega por
nosotros que recurrimos a ti!” Que hoy viva en oración continua, pidiendo a la
Virgen con ilusión que alcance de su Hijo gracias de conversión en las Vigilias
de la Inmaculada. Intensificar la campaña interior recordando el misterio de la
comunión de los santos que nos envuelve: "Tremendo misterio este que, de
las oraciones y voluntarios sacrificios de unos pocos, depende la salvación de
muchos" (Pio XII). Pidamos aumento de fe confiando en que la misericordia
de Dios puede hacer grandes maravillas en los corazones. Jesús nos dice en el
Evangelio de hoy: «¿Creéis que puedo hacerlo?... Que os suceda conforme a
vuestra fe».
Junto a la intercesión, el ofrecimiento.
Al escuchar el “Hágase en mí según tu Palabra” de la llena de gracia, sus hijos
queremos imitarla y disponernos a acoger el plan de Dios sobre nosotros: que
seamos santos en su presencia por el amor (cf. Ef 1,4). Nuestro querido
Abelardo, con quien ya podemos hablar sin barreras de espacio y de tiempo, nos
muestra la senda: “Quien clave los ojos en María, encontrará en Ella el modelo
a imitar. Ella nos precede en la marcha peregrina hacia la Patria. Sigámosla y
entretejamos nuestra santidad entre el ‘estar’ y el ‘hágase’ … Dejemos que
su voluntad ‘se haga’ en nosotros sabiendo ‘estar’ anclados en el ahora del
momento presente” (Abelardo de Armas, ¡Mirad a María!, 13-14). Me
pregunto, hablando con la Virgen: ¿qué ofrecimiento te puedo hacer este año
para no cansarme nunca de estar empezando siempre?
Alabanza: “Cuando vean sus hijos mis acciones en medio de
ellos, santificarán mi nombre, santificarán al Santo de Jacob y temerán al Dios
de Israel” (Is 29,24). Sí, viendo las acciones de Dios por medio de María en
nuestras vidas, no podemos menos que alabar a Dios por su Madre Inmaculada: Por
la entrega y el camino de santidad del Venerable P. Morales; por la vida y la
muerte de Abelardo, apóstol de los jóvenes y de la Inmaculada; por la vida
consagrada de los cruzados en medio de un mundo sin fe; por los militantes,
familias y miembros del movimiento que tratan cada día de ser evangelizadores
de sus ambientes… ¡Gracias, Señor; proclama mi alma tu grandeza! Te alabo por
haberos dado a María como Madre que nos sostiene en la esperanza. Santa Isabel
de la Trinidad nos ayuda en nuestra alabanza: “Seamos en el cielo de nuestra
alma Alabanzas de gloria de la Santísima Trinidad; alabanzas de amor de nuestra
Madre Inmaculada. Llegará un día en que el velo se descorra y seamos
introducidos en los atrios eternos. Allí cantaremos en el seno del amor
infinito y Dios nos dará en nombre nuevo prometido al vencedor (Ap 2, 17)”.
Que el Señor derrame sus misericordias
sobre todos nosotros por medio de María Inmaculada.