En este último día del año en que hemos
despedido a nuestro Abelardo, que ha pasado a la casa del Padre, os propongo
orar con la bella canción carmelitana que tantas veces, algunos de nosotros,
oímos cantar a Abe. También la propia vida de Abelardo ha sido una misericordia
del Señor para todos los cruzados y militantes.
“Gracias Señor, por tus misericordias
que me cercan en número mayor
que las arenas de los anchos mares
y que los rayos de la luz del sol.
Porque yo no existía y me creaste,
porque me amaste sin amarte yo,
porque antes de nacer me redimiste,
¡Gracias, Señor!
que las arenas de los anchos mares
y que los rayos de la luz del sol.
Porque yo no existía y me creaste,
porque me amaste sin amarte yo,
porque antes de nacer me redimiste,
¡Gracias, Señor!
Porque bastaba para redimirme un suspiro
una lágrima de amor,
y me quisiste dar toda tu Sangre.
¡Gracias, Señor!
Porque me diste a tu Bendita Madre y te dejaste abrir el Corazón
para que en él hiciese yo mi nido.
¡Gracias, Señor!
una lágrima de amor,
y me quisiste dar toda tu Sangre.
¡Gracias, Señor!
Porque me diste a tu Bendita Madre y te dejaste abrir el Corazón
para que en él hiciese yo mi nido.
¡Gracias, Señor!
Porque yo te dejé y Tú me buscaste
porque yo desprecié tu dulce voz
y tu no despreciaste mis miserias.
¡Gracias, Señor!
porque yo desprecié tu dulce voz
y tu no despreciaste mis miserias.
¡Gracias, Señor!
Porque arrojaste todos mis pecados en el
profundo abismo de tu amor
y no te quedó de ellos ni el recuerdo...
¡Gracias, Señor!
y no te quedó de ellos ni el recuerdo...
¡Gracias, Señor!
Por todas estas cosas y por tantas
que sólo conocemos nada más Tú y yo
y no pueden decirse con palabras...
¡Gracias, Señor!
que sólo conocemos nada más Tú y yo
y no pueden decirse con palabras...
¡Gracias, Señor!
¿Qué te daré por tanto beneficios?
¿Cómo podré pagarte tanto amor?
Nada tengo, Señor, y nada puedo, mas quisiera desde hoy
que cada instante de mi pobre vida,
cada latido de mi corazón,
cada palabra,
cada pensamiento,
cada paso que doy
sea como un clamor que te repita
lleno de inmensa gratitud y amor
gracias, Señor, por tus misericordias
¡Gracias, gracias, Señor!”
¿Cómo podré pagarte tanto amor?
Nada tengo, Señor, y nada puedo, mas quisiera desde hoy
que cada instante de mi pobre vida,
cada latido de mi corazón,
cada palabra,
cada pensamiento,
cada paso que doy
sea como un clamor que te repita
lleno de inmensa gratitud y amor
gracias, Señor, por tus misericordias
¡Gracias, gracias, Señor!”