Dos entrañables y milagrosas historias,
la de Sansón y la de Juan Bautista, afirman que para Dios nada es imposible. A
pesar de que Sara e Isabel eran estériles, Dios irrumpe y las llena de vida.
Como tantas veces hemos cantado con
Abelardo “si tu barca es vieja y amenaza hundirse –estéril- Jesús la ha
escogido” y la guía a puerto de paz.
Después de dos mil años, la historia
jubilosamente se repite y a diario podemos constatar que el Señor obra
milagros. Hay portales como “Religión y Libertad” que sobresale en presentarnos
la presencia real de Dios en el mundo y en la vida de las personas.
Tú puedes ser el Sansón, el Bautista del
2019 si haces realidad en tu vida el salmo y te apoyas enteramente en el Señor,
vaciándote del todo y en todo, llenándote de su gracia, como María, la Llena de
Gracia.
San Ignacio en sus Ejercicios y el Papa
Francisco en las homilías y mensajes suelen presentar tres puntos como las
lecturas de cada día.
1. El Ángel del Señor se apareció a la
mujer y le dijo: «Tú eres estéril y no has tenido hijos, pero vas a concebir y
a dar a luz un hijo” … La mujer dio a luz un hijo y lo llamó Sansón. El niño
creció y el Señor lo bendijo. Y el espíritu del Señor comenzó a actuar
sobre él (Jueces 13,2).
Sólo en la noche, lucen las estrellas.
Sólo en las manos vacías, aparentemente estériles, puede habitar la gracia y
fecundar la vida.
2. Porque Tú, Señor, eres mi esperanza y
mi seguridad desde mi juventud. En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre;
desde el seno materno fuiste mi protector. Salmo 71, 3.
Y por eso te canto: “Mi fortaleza eres
Tú Señor, porque Tú , me has dado la vida”. Y repito la jaculatoria: “Corazón
de Jesús en Ti confío porque creo en tu amor para conmigo.
3. Pero el Ángel le dijo: "No
temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un
hijo al que llamarás Juan. El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y
muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor”
(Lc 1,5).
Ya no temo a nada ni a nadie porque sé
que siempre me escucha el Señor y me lleno de gozo y mi vida se convierte en un
Magníficat. Gracias, Señor, prepara mi corazón como un nuevo pesebre para
recibirte con la ilusión del niño que espera sus juguetes, sus vacaciones, su
mejor amigo.
COMENTARIO DE San Efrén (c. 306-373)
Diatessaron, 1, 11-13
«Zacarías volvió a su casa; días después
Isabel, su mujer, concibió»
El ángel le dijo: «Tu ruego ha sido
escuchado por Dios». Si Zacarías creía que su ruego sería escuchado, oraba
bien; si no lo creía, oraba mal. Su oración estaba a punto de ser escuchada y,
sin embargo, dudó. Es del todo correcto que en este momento la misma palabra se
alejara de él. Antes oraba para llegar a tener un hijo; en el momento en que su
petición fue escuchada, cambió y dijo: «¿Cómo estaré seguro de esto?» Porque su
boca dudó de su oración, perdió el uso de la palabra... Mientras Zacarías
creyó, hablaba; después que dejó de creer, se quedó mudo. Mientras Zacarías
creyó, hablaba: «Tenía fe y por eso hablé» (Sl 115,10). Porque menospreció la
palabra del ángel, esta misma palabra se le convirtió en tormento a fin de que,
con su silencio honrara la palabra que menospreció. Era conveniente que se
quedara muda la boca que dijo: «¿Cómo estaré seguro de esto?», para que
aprendiera que el milagro era posible. La lengua que estaba desatada fue atada
para que aprendiera que Aquel que había atado la lengua podía desatar la suya.
Así pues, fue la experiencia la que instruyó a aquel que no había aceptado la
enseñanza de la fe... Aprendió que aquel que había cerrado una boca abierta
podía abrir un seno cerrado.