“Id y proclamad que ha llegado el reino
de los cielos”
Hoy es uno de los sábados más
marianos del año 2019 y último día de la Campaña de la Inmaculada. Si hacemos
la oración del día nada más comenzarlo nos ayudará a mantener mejor la memoria
y el corazón en el espíritu del adviento, tiempo de gozosa esperanza del que
está por nacer. Y si al final del día, participamos activamente en una de las
muchas Vigilias de la Inmaculada nos uniremos a toda la toda la Iglesia que en
vigilante oración se prepara para vivir la Solemnidad de la Inmaculada Concepción
de la madre del Señor.
Al comenzar la oración nos podemos
encomendar a San José, porque “quien no hallare maestro que le enseñe a
orar, tome a este glorioso Santo por maestro y no errará en el camino” (Santa
Teresa) y al santo del día, hoy San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia al
que llama el P. Morales en su semblanza “campeón de la fe”.
La meditación de las lecturas del día
puede ser enhebrada por la virtud de la esperanza. El adviento nos invita a la
esperanza de una manera especial, aunque como diría el P. Morales, todos los
días son adviento porque cada día viene el Señor a nosotros. En la primera
lectura, el profeta Isaías habla al pueblo con palabras de consuelo: “Pueblo
que habitas en Jerusalén, no tendrás que llorar, (el Señor) se apiadará
de ti al oír tu gemido. Aunque el Señor te diera el pan de la angustia y el
agua de la opresión ya no se esconderá tu Maestro, tus ojos verán a tu Maestro”.
La oración será siempre consoladora, pues junto al Maestro, escuchando su voz y
dejándose guiar por su palabra terapéutica, no cabe la desesperanza; y si hay
lágrimas y gemidos serán de consuelo y serena alegría.
San Mateo, nos hace un resumen de la
vida pública de Jesús para ayudarnos a fijar la memoria en el quehacer de un
día de misión de Jesús: recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando
en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad
y toda dolencia. Jesús se compadece de cada uno de nosotros, de una
manera especial durante la oración, conoce mejor que nadie nuestras fatigas,
dificultades, nuestros límites y pecados. Y no solo nos escucha y nos
comprende, que ya es bastante, sino que nos cura de todo ello; es el mejor
médico y terapeuta al que podemos acudir.
Al terminar la oración podemos tener un
coloquio con la Virgen. Nadie como Ella nos puede ayudar mejor a permanecer
junto a Jesús y a escucharle. Ella es, la Inmaculada Concepción, motivo y
modelo de esperanza. Ella es evangelio para toda criatura, prueba del amor de
Dios al hombre y ejemplo del amor del hombre a Dios. Ella nos estimula mejor
que nadie a aspirar con todas nuestras fuerzas a la santidad. Confía en
Ella: la Inmaculada nunca falla. (P. Morales).