“Mira, estoy a la puerta y llamo. Si
alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y
él conmigo” (Ap 3, 20).
Todo el Adviento, de una manera o de
otra ha estado llamando a nuestro corazón el Señor por medio de las personas
maravillosas, que han ido preparando el camino, al que es el Camino, la Verdad
y la Vida, destacan Isaías, Juan el Bautista y María.
Hoy, víspera de nochebuena y Navidad,
“mira, estoy a la puerta y llamo…” ¿Se hará realidad en mi corazón? Si me dejo
mirar por la Virgen y José, entraré en la cueva de Belén. Y en la práctica ¿no
podrá invitar esta noche a alguna persona o familia necesitada en mi casa?
Estos días navideños si nos dejamos
invadir por el misterio de la Trinidad en a Tierra, José, María y Jesús,
nuestra oración se puede reducir a contemplar, más que hablar, a escuchar. Y
para ello tengo que dedicar un tiempo largo cada día a la oración personal y
familiar.
Y termino. Puedo escuchar de los labios
mudos de Jesús esta súplica, creo se debe a san Agustín: “ADORA A TU DIOS” -
“ESCUCHA A TU MAESTRO” - “ABRAZA A TU HERMANO”.
¡FELIZ Y SANTA NAVIDAD!