Empezamos la oración ofreciendo al Señor
nuestras intenciones, acciones y operaciones para que sean puramente ordenadas
al servicio y alabanza de Su divina majestad.
Mañana, primer domingo después de
Navidad, celebraremos en la Iglesia la Fiesta de la Sagrada Familia y debería
tener especial resonancia en nuestra vida familiar personal y como miembros de
un Movimiento. En concreto, la primera y la segunda lectura que nos
propone la liturgia nos dan claves importantes para encarnar día a día una
cultura familiar, donde quiera que estemos. Pero vamos a enfocarnos en el
Evangelio y meternos en la circunstancia particular de la familia de Jesús.
Para ello nos ayudará el discurso del Papa Francisco dado durante el Ángelus en
la Plaza de San Pedro el 29 de diciembre de 2013, donde se destaca una realidad
actualmente alarmante, las familias inmigrantes:
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos
días!
En este primer domingo después de
Navidad, la Liturgia nos invita a celebrar la fiesta de la Sagrada Familia de
Nazaret… Dios quiso nacer en una familia humana, quiso tener una madre y un
padre, como nosotros.
Y hoy el Evangelio nos presenta a la
Sagrada Familia por el camino doloroso del destierro, en busca de refugio en
Egipto. José, María y Jesús experimentan la condición dramática de los
refugiados, marcada por miedo, incertidumbre, incomodidades…
Lamentablemente, en nuestros días, millones de familias pueden reconocerse en
esta triste realidad…
En tierras lejanas, incluso cuando
encuentran trabajo, no siempre los refugiados y los inmigrantes encuentran
auténtica acogida, respeto, aprecio por los valores que llevan consigo. Sus
legítimas expectativas chocan con situaciones complejas y dificultades que a
veces parecen insuperables. Por ello, mientras fijamos la mirada en la Sagrada
Familia de Nazaret en el momento en que se ve obligada a huir, pensemos
en el drama de los inmigrantes y refugiados que son víctimas del rechazo y de
la explotación, que son víctimas de la trata de personas y del trabajo
esclavo…
Jesús quiso pertenecer a una familia que
experimentó estas dificultades, para que nadie se sienta excluido de la
cercanía amorosa de Dios. La huida a Egipto causada por las amenazas de Herodes
nos muestra que Dios está allí donde el hombre está en peligro, allí
donde el hombre sufre, allí donde huye, donde experimenta el rechazo y el
abandono; pero Dios está también allí donde el hombre sueña, espera volver
a su patria en libertad, proyecta y elige en favor de la vida y la dignidad
suya y de sus familiares.
Hoy, nuestra mirada a la Sagrada Familia
se deja atraer también por la sencillez de la vida que ella lleva en Nazaret.
Es un ejemplo que hace mucho bien a nuestras familias, les ayuda a convertirse
cada vez más en una comunidad de amor y de reconciliación, donde se experimenta
la ternura, la ayuda mutua y el perdón recíproco. Recordemos las tres
palabras clave para vivir en paz y alegría en la familia: permiso, gracias,
perdón. Cuando en una familia no se es entrometido y se pide «permiso»,
cuando en una familia no se es egoísta y se aprende a decir «gracias», y cuando
en una familia uno se da cuenta que hizo algo malo y sabe pedir «perdón», en
esa familia hay paz y hay alegría. Recordemos estas tres palabras…
Invoquemos con fervor a María santísima,
la Madre de Jesús y Madre nuestra, y a san José, su esposo. Pidámosle a ellos
que iluminen, conforten y guíen a cada familia del mundo, para que puedan
realizar con dignidad y serenidad la misión que Dios les ha confiado”.
Feliz oración.