28 diciembre 2019. Los Santos Inocentes – Puntos de oración


Jesucristo, la luz y la sangre
Junto a este verbo hecho carne, verdadero Dios al que adoramos, seguimos pasando largos ratos de oración. Silencio y oración son, en Navidad, el clima necesario para escuchar la “elocuencia” de este silencioso niño. ¡Cuánto bien nos hace vivirla así!
El Papa nos invita a acogernos a S. José y aprender de él pues; “era un hombre que siempre sabía escuchar la voz de Dios, era profundamente sensible a su secreta voluntad, un hombre atento a los mensajes que le llegaban desde lo más profundo del corazón y desde lo alto”. En efecto, obediente a esa voz, “José se levantócogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó allí”, nos precisa la Escritura. Todo, para colaborar a los planes del Padre del cielo.
La luz que ha aparecido, Jesús mismo, es generadora de unión de los corazones. Por ello, meditar en su pequeñez, cercanía, pobreza y el hacerse dependiente, junto a su entrega, hasta derramar la propia sangre, puede cambiar nuestra vida. Son luces que nos limpian de los pecados, según S. Juan. Porque, de esta condición, “de pecadores”, no podemos librarnos sino por la sangre de Jesús.
Sangre de inocentes que hace teñir, la liturgia de hoy, de rojo. Porque, en el origen de toda sangre derramada, está el pecado de cada hombre, “montó en cólera y mandó matar”, nos dice el evangelio. Ese pecado, tuyo y mío, es el que Dios, hecho ahora niño indefenso, viene a reparar y sanar.
¿Qué pensaría la madre de Jesús-niño de esa persecución que surge de inmediato? Y, ¡qué dolor no sería el suyo al enterarse posteriormente de la muerte de aquellos inocentes!
Santa María, madre de la vida, intercede para que nos arrepintamos de nuestros pecados que causan muerte. También de aquellos llamados “terrorismo de los chismes”. Alcanza misericordia para todos aquellos que, mirando su interés, faltándoles escrúpulos o, por múltiples razones, atentan contra la vida inocente.

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