22 diciembre 2019. Domingo IV de Adviento (Ciclo A) – Puntos de oración


Nos encontramos a la puerta de la Navidad, el Gordo de verdad al que todos podemos jugar y ganar se trata de nuestra disposición. Cuanto más lo estemos preparando su venida mejores serán los frutos. Grandes conversiones en la noche de la Navidad, la nuestra también. Vamos ello. En la presencia del Señor, “Que todas mis intenciones… en servicio y alabanza”. Ven Espíritu Santo, envía al que has de enviar, al cordero dominador… prepara nuestro corazón, límpialo para que pueda entrar: “Ven Señor, Jesús, Marana Tha, Ven y no tardes, ven pronto, mira cómo está toda la redondez de la Tierra: “traer  la historia de la cosa que tengo que contemplar; que he aquí, como las tres personas divinas miraban toda la planicie o redondez de la tierra lleno de hombres, (Paséate por la Puerta del Sol y alrededores), y viendo cómo todos descendían al infierno, se  determina en su eternidad, que la segunda persona se haga hombre, para salvar el género humano (siente aquí,  con la gracia esa necesidad), y así venida la plenitud de los tiempos, enviando al ángel Gabriel a nuestra Señora, saludándola le da a conocer, (san Ignacio emplea significa) la concepción del Señor Jesús: (Entrando en su presencia, la saluda: Dios te salve María, llena de gracia; concebirás en tu vientre y darás a luz (parirás, más recio este verbo que pone san Ignacio) un hijo.
Con este primer punto metiéndose en la escena “como si presente me hallase”, quieto en silencio, viendo lo que hacen, oyendo lo que dicen, como ensimismado de lo está ocurriendo, quieres conocer, amar y vivir: “Madre, que le conozca, que le ame, que le viva”. Y el Espíritu Santo desciende sobre ELLA y elegida para ser madre del redentor y de todos los redimidos.
¿Qué hago, qué he de hacer? Si ÉL está más preocupado de la salvación que yo, si nos ama infinitamente más de lo que puedo soñar, tendré que dejarme querer, dejarme amar por ÉL y como dice la oración de la colecta, que es la del ángelus al final, “para que quienes hemos conocido, por el anuncio del ángel, la encarnación de Cristo, Tu Hijo, lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de la resurrección”.
“Mirad: la virgen está encinta y da luz a su hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel” nos advierte la primera lectura.
Cielos, destilad desde lo alto; nubes derramad al Justo; ábrase la tierra y brote al Salvador nos pone en pie la antífona de entrada con ese texto de Is 45,8.
Va a entrar el Señor; él es el Rey de la gloria. Nos dirá el salmo
Y san Pablo nos dirá en la carta a los romanos que el anunciado por los profetas en la Escritura, constituido Hijo de Dios por el Espíritu, es Jesucristo nuestro Señor., hemos recibido la gracia para suscitar en todos los hombres (los gentiles, entre los que estamos) la obediencia de la fe, par a gloria de su nombre llamados a ser santos.
En el evangelio tenemos la anunciación a san José que al escuchar el anuncio no duda como Zacarias que sufrirá la prueba del silencio hasta el nacimiento de Juan. “José no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo, es obra de ÉL. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Enmanuel, que significa “Dios con nosotros”.
¡Qué grande eres José, qué gran anuncio te ha hecho el ángel, para no cansarse nunca de estar dando gracias siempre, hijo de David, maría es tu mujer, la más grande de la humanidad y dará a luz un hijo y tú- fíjate bien- eres quien le pones el nombre, qué nobleza del Padre del cielo para el padre de la tierra, porque él salvará a su pueblo de sus pecados!
San José, gran maestro de oración, padre y esposo virginal, junto a María tu esposa enséñanos a contemplar este misterio, a participar, amar, dejándonos amar y envolver por él.

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