Invocamos como siempre al Espíritu Santo que ilumine, guíe y conduzca
nuestra oración de la mano de María, que como a ella nos cubra con su sombra,
cosa que debemos hacer todos los días con la oración de san Ignacio: “Que todas
nuestras intenciones, acciones y operaciones sean encaminadas hacia su santa
voluntad y la gracia se derrame en nuestros corazones en abundancia llenos de
fuego y amor.
Podía ser guiada por la primera lectura de la carta del apóstol Santiago
que son una serie de recomendaciones: “que toda persona sea pronta para
escuchar, lenta para hablar, lenta a la ira… descartad toda inmundicia y acoged
con docilidad esa palabra que es capaz de salvar vuestras vidas.” Fijarnos en
la comparación que pone del espejo. Para ponerla en PRÁCTICA, ESE SERÁ DICHOSO
AL PRACTICARLA. Refrenar la lengua, que se engaña a sí mismo, su religiosidad
está vacía nos dice el apóstol.
Vamos a dejar que su gracia se derrame en nuestro corazón haciendo
silencio y escuchando su voz, mira que sin mí no puedes nada, - nos dice en el
Evangelio- este refrenar la lengua que siempre se dispara, qué bueno es
llevarlo a la oración y escuchar su voz donde su Palabra habla y nos dice lo
que tenemos que hacer siempre: Su voluntad.
Madre de silencio y paz, concédenos el don de la oración, de escucha al Señor para ponderar su Palabra y guardarla en nuestro corazón.