Hoy celebramos la fiesta de la Presentación del Señor. También hoy
celebramos la Jornada mundial de la vida consagrada.
Todo este día, a la luz del Espíritu Santo debe ser un día luminoso.
Antes se celebraba el día de la Virgen de las Candelas.
Aparece en primer plano José, María y Jesús. Sus padres, obedientes a la
ley, le llevan al templo de Jerusalén para presentarlo al Señor, como hijo
primogénito y único, le pertenece a Dios.
A esta actitud de obediencia al plan de Dios, descubriéndole en la vida
normal, se une otro personaje que nos cautiva con su vida entregada totalmente
al Señor. Su vida ha sido una continua espera. No se ha cansado de esperar.
Este hombre es Simeón, y el Evangelio de hoy le define con dos palabras: justo
y piadoso. Sí, a lo largo de toda su vida ha estado esperando a Jesús, el
consuelo de Israel. Y descubrió la luz en ese niño, que toma en sus brazos de
manos de María, y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos ya han visto a tu
Salvador… luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel…”
¿Cómo puedo vivir esta jornada para pedir por todas las vocaciones a la
vida consagrada? No te olvides, de manera especial, de los Cruzados de Santa
María, consagrados en medio del mundo, como miembros de un Instituto Secular.
Que nos dejemos invadir por esta sagrada familia, José, María y Jesús en su obediencia y desprendimiento y discreción. El testimonio de la vida plena de Simeón, ya anciano, para no cansarnos nunca de estar esperando siempre, la Luz de Cristo que da sentido a toda nuestra vida.