La primera lectura y el salmo nos hablan, principalmente, de la oración
y la plegaria. El pasaje evangélico de hoy el conocido: “si no sois como
niños…” Ofrezco algunas conclusiones que puedan orientar nuestra oración
uniendo toda la liturgia de la Palabra.
- La oración persigue la
salvación. En última instancia la oración de los hombres no puede ser diferente
a la voluntad de Dios: “que todos los hombres se salven”. No es solamente
perdón de los pecados, sino verdadera comunión con Dios.
- La niñez espiritual (que
no infantilismo) ofrece las actitudes correctas del orante:
El niño todo lo recibe. Pedir como si ya lo hubiéramos recibido todo.
Pedir sabiendo que todo es gracia El niño es un abandonado en brazos de su
madre.
El niño es humilde. La oración es ajena a la soberbia y a la exigencia.
Pedir con confianza es diferente es diferente a pedir con exigencia. El humilde
sabe que nada puede y la confianza nos permite saber que contamos con Quien sí
puede
- La liturgia como fuente
y culmen de la vida cristiana (en estas lecturas podemos ver varios signos y
símbolos de la liturgia). En ella, la Iglesia pide en comunión al Padre. No
somos protestantes, nuestra oración no es ajena a todos los bautizados y a la
oración de toda la Iglesia. Nuestra oración personal, la presencia de Dios
continua durante el día es prolongación y está subordinada a la oración de toda
nuestra Madre la Iglesia.
Unámonos en este rato. Feliz oración.