Para conocer a las personas, la primera lectura (Eclesiástico) señala
tres criterios: el de la criba, el del horno y el del fruto, para señalar que
la bondad o la maldad de los hombres se reflejan en sus reflexiones, en sus
palabras y en sus obras. Aún con todo, el interior de la persona es
un santuario que sólo Dios y ella conocen. Toda persona se merece nuestro
respeto.
San Pablo (segunda lectura) sabe que nuestra transformación a
imagen del Señor Jesús ya ha comenzado, aunque no ha llegado a
desarrollar todas las virtualidades que contiene en sí. Lo importante está en
la seguridad de la victoria. Aun siendo algo futuro, Pablo emplea un
pasado: “la muerte ya ha sido absorbida por la victoria”. Es
un enemigo herido, precisamente, de muerte, aunque todavía no haya desaparecido
del todo. Saber esperar en el Señor.
El Evangelio nos interpela para saber qué llevamos dentro, qué criterios y qué
actitudes de fondo nos mueven a actuar. Si lo que llevamos dentro es "tesoro
de bondad", lo que aflorará serán frutos de bondad, porque de
lo que rebosa el corazón habla la boca.
Podemos orar el Magnificat de la Virgen, nuestra Madre, y pedirle a Ella que nos una a Cristo, nuestro Camino, Verdad y Vida.