Primera lectura
Lectura de la carta
del apóstol Santiago (2, 1 9)
Hermanos míos, no mezcléis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso
con la aceptación de personas.
Suponed que en vuestra asamblea entra un hombre con sortija de oro y
traje lujoso, y entra un pobre con traje mugriento; si vosotros atendéis al que
lleva el traje de lujo y le decís: «Tú siéntate aquí cómodamente», y al pobre
le decís: «Tú quédate ahí de pie» o «siéntate en el suelo, a mis pies», ¿no
estáis haciendo discriminaciones entre vosotros y convirtiéndoos en jueces de
criterios inocuos?
Escuchad, mis queridos hermanos: ¿acaso no eligió Dios a los pobres
según el mundo como ricos en la fe y herederos del Reino que prometió a los que
lo aman?
Vosotros, en cambio, habéis ultrajado al pobre.
¿No son los ricos los que os oprimen e incluso os arrastran a los
tribunales? ¿No son ellos los que injurian el hermoso Nombre que ha sido
invocado sobre vosotros?
Si cumplís la que, según la Escritura, es la ley regia: «Amarás a tu
prójimo como a ti mismo», hacéis bien; pero si establecéis diferencias entre
las personas, cometéis pecado y es ley os acusa como transgresores.
Palabra del Señor
Salmo responsorial
Sal 33, 2-3. 4-5.
6-7
R. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloria en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salva de sus angustias. R.
Evangelio
Lectura del santo
Evangelio según san Marcos (8, 27-33)
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de
Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que soy yo?».
Ellos le contestaron:
«Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy?».
Tomando la palabra Pedro le dijo:
«Tú eres el Mesías».
Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto.
Y empezó a instruirlos:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los
ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres
días».
Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y
se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a
Pedro:
«¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como
Dios!».
Palabra del Señor.