Este puede ser un día para fijarnos en la persona del Maestro y pedir
también nosotros al Señor que, con tan solo tocarle la orla del manto, que
puede ser hacer un ratito de oración, pudiéramos perfectamente recibir alguna o
muchas gracias.
En el evangelio de hoy vemos a Nuestro Señor que, ni bien está
desembarcando en Genesaret lo reconocían y le llevaban enfermos en camillas, en
las ciudades o aldeas donde llegaba colocaban a los enfermos en la plaza y le
rogaban que por lo menos les dejase tocar la orla de su manto. ¿Es que acaso
nosotros, no llevamos todos dentro una herida fruto del pecado original, es que
acaso no tenemos una enfermedad espiritual? ¿Una enfermedad espiritual que,
aunque ha sido restaurada en el bautismo, deja aún en nosotros las
consecuencias del pecado?
Acudamos pues también a El hoy que viene a visitarnos, que quiere desembarcar en el “Genesaret de nuestra vida” y pidámosle que por lo menos nos deje tocar la orla de su manto, y sentiremos en su mirada cómo un inmenso amor, su perdón y una fuerza extraordinaria sale de El, y es capaz en tan solo un momento de llenar nuestra pobre alma de una felicidad, paz y alegría que solo Él puede dar.