1. Dios nos hizo renacer,
por la resurrección de Jesucristo, a una esperanza viva, a una herencia
incorruptible, incontaminada e imperecedera, que ustedes tienen reservada en el
cielo (1 Pe 1)
¡Qué contundente san Pablo! Ven,
Espíritu Santo, dame tu luz para saborear, entender, vivir esta gozosa
realidad. En un mundo que todo es relativo, que mucho huele a podrido,
corrupción, amenazado de muerte, nuestro Padre Dios nos hace renacer, nos
brinda una esperanza cierta, viva, nos da en herencia la felicidad que no se
acaba. ¡Al fin, felices sin fin!
2. Doy gracias al Señor de
todo corazón. Él envió la redención a su pueblo, promulgó su alianza para
siempre: Su Nombre es santo (Salmo 111)
Y el salmo nos invita a darle
gracias de todo corazón. ¡Cuántos motivos como recordamos en la meditación para
alcanzar amor! Pero, sobre todo, por su redención, por promulgar una alianza
eterna, por compartirnos que en un mundo de pecado “su Nombre es santo” y yo
estoy llamado a serlo también.
3. Jesús lo miró con amor y
le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los
pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme (Mc 10, 17)
Me conmueve pensar que Jesús era
un joven de 30 años cuando mira al joven con amor, lo “escanea” a color, en 3D,
el joven se siente amado, convocado y lanzado a vaciarse de sí para entregarlo
a los pobres más pobres y dejar espacio en su corazón para ser llenado por la
gracia, el tesoro del cielo. Y no queda otra, el después ya está ganado,
seguirle, vivir con Él y en Él.
¡Santa María, Madre de los pobres, los humildes y sencillos, totus tuus! San José, con el eco de tu año y en tu mes de marzo, ponme con Jesús, hazme entrar en tan grata compañía. ¡Santa Cuaresma!