Iniciamos nuestra oración con este saludo a la Virgen María, Madre de la Hispanidad, con estas dos estrofas del himno de Laudes:
Esa columna sobre la que posa leve
sus plantas tu pequeña imagen,
sube hasta el cielo: es puente,
escala, guía de peregrinos.Abre tus brazos virginales, Madre,
vuelve tus ojos misericordiosos,
tiende tu mano, que nos acogemos bajo tu amparo.
La primera lectura de la fiesta del Pilar, 1 Crónicas 15, recuerda a la Virgen simbolizada por el arca de la alianza, presencia de Dios en medio de su pueblo, a través de María, lo cual es gozo para la Iglesia.
El salmo responsorial es un salmo de confianza y de súplica. La absoluta confianza en Dios, que es el corazón del salmo, induce a desear tan sólo una cosa: habitar en la casa del Señor, ver su belleza. Es una circunstancia que ahuyenta todo miedo, aunque se vivan circunstancias extremas. Es necesario que Dios nos asista para que la confianza nunca se desvanezca.
“El Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado”. En el simbolismo de la “columna”, sobre la que posa sus pies la Madre de Dios y Madre nuestra, están los valores necesarios para nuestra vida cristiana. Por el amor a María (reconocida por nosotros en la fe, admirada en su grandeza, y venerada en su culto como Madre del Redentor) accedemos a Cristo, y con su gracia nos vamos elevando en el camino de la santidad.
El pilar o columna: la idea de la solidez del edificio-iglesia con la de la firmeza de la columna-confianza en la protección de María. La columna es símbolo y la "manifestación de la potencia de Dios en el hombre y la potencia del hombre con el poder de Dios". Es soporte de lo sagrado y de la vida cotidiana. María, la puerta del cielo, ha sido la mujer escogida por Dios para venir a nuestro mundo. En Ella la tierra y el cielo se han unido en Jesucristo.
María, nuestra Madre, es para nosotros la “maestra de vida” para confiar en Dios y aprender los sentimientos que nos transmite el salmo.
En el Evangelio, percibimos el sabor del pueblo sencillo que —admirado por la figura de Jesucristo— se expresa de una forma espontánea por boca de una mujer: «¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!». Esta alabanza que a través de Cristo se dirige a María, el Señor la acepta complacido, pero prefiere añadir algo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la cumplen».
Ahora se añade una nueva bienaventuranza, la de oír y cumplir la Palabra de Dios. Porque María fue la primera que escuchó y aceptó la Palabra de Dios en el anuncio del Ángel con su “fiat” incondicional. Su «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38) fue un asentimiento de fe que abrió todo un mundo de salvación. Como dice san Ireneo, «obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano».
Acabamos estas ideas con una oración del ya beato Papa Juan Pablo II a la Virgen del Pilar:
ORACIÓN A LA VIRGEN SANTÍSIMA DEL PILAR (rezada por Juan Pablo II el 6 de noviembre de 1982, durante su primera visita a España)
Doy fervientes gracias a Dios por la presencia singular de María en esta tierra española donde tantos frutos ha producido. Y quiero encomendarte, Virgen Santísima del Pilar, España entera, todos y cada uno de sus hijos y pueblos, la Iglesia en España, así como también los hijos de todas las naciones hispánicas.
¡Dios te salve, María, Madre de Cristo y de la Iglesia!
¡Dios te salve, vida, dulzura y esperanza nuestra!
A tus cuidados confío las necesidades de todas las familias, las alegrías de los niños, la ilusión de los jóvenes, los desvelos de los adultos, el dolor de los enfermos y el sereno atardecer de los ancianos.
Te encomiendo la fidelidad y abnegación de los ministros de tu Hijo, la esperanza de quienes se preparan para ese ministerio, la gozosa entrega de las vírgenes del claustro, la oración y solicitud de los religiosos y religiosas, la vida y el empeño de cuantos trabajan por el Reino de Cristo.
En tus manos pongo la fatiga de quienes trabajan con las suyas; la noble dedicación de los que transmiten su saber y el esfuerzo de los que aprenden; la hermosa vocación de quienes con su conciencia y servicio alivian el dolor ajeno; la tarea de quienes con su inteligencia buscan la verdad.
En tu Corazón Inmaculado dejo los anhelos de quienes, mediante los quehaceres económicos procuran honradamente la prosperidad de sus hermanos; de quienes, al servicio de la verdad, informan y forman rectamente la opinión pública; de cuantos, en la política, en la milicia, en las labores sindicales o en el servicio del orden ciudadano prestan su colaboración honesta en favor de una justa, pacífica y segura convivencia.
Virgen Santísima del Pilar: aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad.
Socorre a los que padecen desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo.
Fortalece a los débiles en la fe. Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una entrega plena a Dios.
Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres y mujeres.
Asiste maternalmente, oh María a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad. Así sea.