Podemos empezar nuestra oración mañana, para no olvidar, lo que celebramos el pasado sábado día 15, ala Santa de Ávila, con las palabras de su famosa estrofa:
Nada te turbe,
Nada te espante,
Dios no se muda,
La paciencia todo lo alcanza,
Quien a Dios tiene,
Nada le falta,
SOLO DIOS BASTA
Sí; comencemos llenándonos de paz que quizá es lo primero que buscamos cuando hemos venido hasta el ordenador para encontrar algo que nos alivie y prepare para la oración de mañana. Qué difícil es hacer oración sin paz en el corazón, sin prisas en cuerpo y en el espíritu. Comencemos haciendo silencio y paz como nos recomendaba siempre el P. Morales y luego estarnos quietos. ¡Qué difícil es controlar nuestro cuerpo, que se quede quieto y en silencio de ojos, de imaginación de sentimientos. Con esto que hagamos hemos ganado la mitad de nuestra oración. ¿Pues qué es lo que sino vamos buscando a la misma? El termómetro, o sea el examen de la misma es si conseguimos esa paz que nos tiene que comunicar el Señor, si la estamos deseando porque podemos decir:”¡Qué bien se está aquí!” “Cuanto antes deseo volver o prolongar o buscar otro rato más. No seamos tacaños con el Señor, démosle todo el tiempo, que nos sobra mucho si empezamos a poner las cosas en su sitio, primero lo importante y ¿qué es más importante que él? Volvamos a leer la estrofa de la Santa: Nada te falta, solo Dios basta, solo Dios basta.
También San Ignacio de A. del que lleva el nombre el de Loyola, ambos hombres de fuego, que nos arrebatan con su vida y su ejemplo. Del primero nada sabemos hasta que le cogen preso por ser cristiano y le llevan a Roma para el martirio, es discípulo de los Apóstoles. Será devorado por las fieras en el anfiteatro de Roma. Los cristianos salen a su encuentro por los lugares por donde pasa y se entera que quieren impedirle el martirio y al enterarse, escribe una carta a los romanos que es modelo de la literatura: “No hay monumento alguno en la antigüedad cristiana que iguale el patetismo de esta carta inmortal de Ignacio, el Teóforo, el Portador de Dios que dirige a la Iglesia en Roma” Nos dice el P. Morales en su semblanza. Y Continúa: “Rogad a Jesucristo por mí para que las fieras me hagan víctima y hostia digna de Dios”.
Atentos en las oraciones de la misa, oiremos: “Estoy crucificado con Cristo; vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí; Vivo de la fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí”, al comienzo. Y en la comunión: “Trigo de Cristo soy: seré molido por los dientes de las fieras, a fin de llegar a ser blanco pan.”
Pidamos que así como aceptó a San Ignacio de A. Como pan inmolado en el martirio, nos acepte y nos ayude para vivir como primeros cristianos de palabra y de obra, en un mundo tan descreído como el actual.
Todo empezó cuando fue conducido al martirio, al de Loyola cuando cayó herido en el sitio de Pamplona y a ti a mi ¿no puede ser después de que hagamos este rato de oración?