Hacemos nuestra oración hablando con Jesús que es el buen samaritano que ha tenido compasión de mí curando mis heridas y llevándome a la Iglesia hasta que vuelva.
Él siente compasión de la ciudad humana y envía a sus apóstoles y profetas para evangelizar. Los elegidos muchas veces no participan de los sentimientos del Señor de la Vida y prefieren tomar otro camino. Dios hace lo indecible para que su misión se cumpla no dejando de confiar en sus enviados. En la parábola del buen samaritano no son aquellos de los que se podría esperar que tuviesen misericordia los que la practican, sino precisamente del que no se esperaría. Un dicho atribuido a san Agustín es el siguiente: “La Iglesia tiene muchos enemigos entre sus hijos y muchos hijos entre sus enemigos”. Pidamos al Señor que su misión se realice en todos los rincones de la tierra y que yo sea dócil a sus inspiraciones.
Hoy recordamos a san Francisco de Borja que realizó la misión cristiana en campos de lo más diverso. Como laico en el mundo familiar y político y como religioso de la Compañía de Jesús. Siendo jesuita gobernó la compañía con gran humildad y equilibrio. Pedimos por su intercesión que en todos los momentos de nuestra vida no sirvamos más que a Jesucristo, único Señor que no pasa nunca.