28 octubre 2011. San Simón y San Judas, apóstoles – Puntos de oración

Señor, que yo sepa responder diligentemente a tu llamada como san Simón y san Judas.

La primera lectura de hoy nos muestra las características de los que son apóstoles. Los primeros apóstoles lo fueron nombrados por el propio Cristo, pero a partir de ahí ellos nombraron a otros y estos a los siguientes y así hasta nuestros días.

Si hemos respondido a la llamada a ser apóstoles de Cristo, entonces podemos entender mejor la carta de Pablo a los Efesios. Nos recuerda, por cierto, el lema de la JMJ Madrid 2011: Edificados en Cristo. Un apóstol de Jesucristo está cimentado en los primeros apóstoles. Es ciudadano de la misma ciudad que aquellos santos de Dios y por tanto de su familia. Precisamente en Cuatro Vientos el Papa Benedicto XVI habló de este aspecto: “Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva, igualmente de apoyo para la de otros”. Nosotros nos apoyamos en los apóstoles y en quienes más cercanamente nos han enseñado las verdades de la fe: nuestros padres, nuestros catequistas, el P. Morales y Abelardo, etc. Si somos fieles –y eso lo tenemos que pedir en este rato de oración- nosotros seremos también apoyo para otros que vendrán detrás: amigos, familiares, juveniles…

Así se va construyendo el gran templo de la morada de Dios, de la que Cristo es la piedra angular, la principal, la que mantiene en pie el arco de bóveda de la Iglesia.

También en Cuatro Vientos, en la misma Misa de aquel domingo inolvidable, el Papa nos propuso una respuesta a Cristo en forma de oración, a la pregunta “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”. Será un momento precioso y consolador en la oración el recitarla despacio varias veces, hasta que se convierta no en una respuesta leída, sino en una respuesta sentida, querida y aceptada:

“Jesús, yo sé que tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone.”

Esta es la respuesta que dieron los apóstoles san Simón y san Judas, y hoy proclaman, como el cielo, la gloria de Dios.

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