8 octubre 2011, sábado de la XXVII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Todavía estamos bajo los efectos de la fiesta de ayer, 7 de octubre, la Virgen del Rosario.

Hemos recorrido cuatro meses. A lo largo de este verano desde el 31 de mayo, fiesta de la Visitación de María en el momento de iniciar nuestra Campaña de la Visitación, que duró, hasta ayer.

Después de ponernos en la presencia de Dios y aceptar lo que somos ante Él, criaturas y, como consecuencia limitados, débiles, dependiente… de nuevo con acercamos con confianza esta mañana al Señor, para iniciar este día y poder dar testimonio de la fe recibida y aprovechar cualquier ocasión para cantar las glorias de María como aparece en el texto evangélico de que en este sábado nos propone la Iglesia.

Recordamos el texto evangélico tomado de san Lucas 11,27-28.

En aquel tiempo mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: “dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”. Pero él repuso: “mejor, dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”.

¿Cómo hablaría Jesús a la gente para que esta mujer levantando la voz entre la multitud quiso alabar a la Madre de Jesús? Sólo a una mujer se le puede ocurrir ese piropo a la Virgen. Esta mujer, que no sabemos cómo se llamaba, sabía lo que decía.

¿Por qué no le preguntas a Jesús, lo que sintió en esos momentos? Con seguridad que interiormente se alegró su corazón. No todo eran dificultades y trampas de los sabios y entendidos. De la gente sencilla sale la sabiduría que conquista el reino de los cielos.

Pero a la vez, el Señor da mucha importancia a lo que dice, por ser Él mismo, la Palabra de Dios. Por tanto, todavía son más dichosos los que escuchan la Palabra de Dios, y la cumplen.

No podemos limitarnos solamente a escuchar, hay que dar otro paso decisivo, vivirlas. No solamente se trata de dar un testimonio valiente puntualmente como hizo aquella mujer fuerte del Evangelio, sino vivir e imitar en todo a María recorriendo el camino de la fe cada día.

También debo de hablar con la Virgen en la intimidad y que ella que descubra el sentido de todo lo que oigo y leo de la Palabra de Dios. Y que me cuente lo que ella sintió cuando le llegó esta noticia.

Y Jesús, como siempre va a lo esencial. Oír y escuchar la Palabra de Dios, con el fin de hacer la voluntad de Dios.

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