Hoy vamos a centrarnos en la figura de San Francisco y sobre todo en sus estigmas. Puedes imaginarte un fraile pequeño, en un hábito grande que le llega a media pierna, con cara sonriente. Una cara casi de niño, de una persona sin complicaciones, que ama directo sin calcular las consecuencias. Está en medio de un bosque o arrodillado frente a una cruz. Jesús le ha ido buscando, como a ti, y él se ha dejado seducir. Se buscan sin condiciones. Lee el evangelio y lo que entiende que le dice, lo hace simple y llanamente. Le han seguido otros muchos pero después de unos pocos años (muere a los 44) ve que son poco pobres. No sabe como encaminarlos y, curioso método para resolver el problema, se va a la soledad del monte Albernia con algunos compañeros. ¿Realmente han abandonado la pobreza? ¿Por qué? Nosotros la abandonamos por que perdemos la frescura del amor. Nos entra la sensatez y la prudencia. Ya no hacemos tonterías. Empezamos a pensar como el mundo. Las organizaciones exitosas del mundo, usan la plata. Seguramente empezaron por ser austeros, luego con sentido común y luego… En las familias hay que pensar en el colegio para los hijos ¿uno malo o el mejor? Una casa adecuada y digna, es decir buenísima, el carro debe tener las siguientes características de seguridad… y un mínimo de comodidad… y se acabó la pobreza y se acabó la austeridad y ya no tenemos dinero que compartir sino deudas que pagar y los hijos asisten a buenos lugares pero no disfrutan del padre que está haciendo unas horas extras. ¡Pídele algo a Jesús! ¡Mira como resolvió Él el problema! Vete junto a tu Madre, tírala de las faldas y dila…
Ahora llegan los estigmas. Hay alrededor de 250 casos y el segundo confirmado es el de San Francisco. Curiosamente no sólo tenía las llagas sino que le había crecido la carne en forma de un clavo duro y negro, que si le apretabas por un lado, salía por el otro. A Francisco le aparecen en medio de la tormenta espiritual del Albernia. Supongo que tienen una mínima base humana. Después de mirar al crucificado tantas veces… ¿Cuántas se ha acercado con todo cariño a consolarle, a besarle los pies clavados? ¿Cuántas veces ha visto con la imaginación el hueco del costado y salir por él la sangre y el agua que caen sobre él y le lavan. Y lavan al mundo. Y sale su Iglesia? Cuántas veces habrá sentido deseos de acompañar a Jesús, de ser como Él, sin condiciones. Ser como Él, en Nazaret, en su vida pública, en la cruz, en el cielo. Como tú, Jesús. Imagínate el momento de la estigmatización. Lo que siente, lo que piensa. ¿Se siente agradecido y más unido a Dios?
Mira ahora el proceso y los días siguientes pero desde el punto de vista de Jesús. Por qué le hace el regalo, cómo le mira desde el cielo. Me lo imagino como un padre que le da a su hijo pequeño un artefacto importante y disfruta viendo cómo lo inspecciona, como lo coge, como intenta utilizarlo.
Poco después Francisco llega al cielo, con sus cinco agujeros y accede a donde Jesús, que también los tiene. El abrazo. Ahora sí que es COMO ÉL, bueno, semejante a él dentro de lo que cabe.
Por último podrías pensar un poco en ti mismo. ¿Qué te pasaría si de pronto tuvieses los estigmas? Serían un regalo que te aumenta el amor, un don desperdiciado, una molestia… Como variaría tu humildad a partir de ese momento “yo tengo los estigmas, hazme sitio que voy a pasar”, “si tuvieseis fe como un granito de mostaza… estos pardillos no tienen nada de fe, voy a ver si les transmito un poco”.
Si puedes, acaba con un coloquio con el Padre.