27 octubre 2011. Jueves de la XXX semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Oración inicial (en unión con toda la Cruzada – Milicia de Santa María).

"Que todas mis intenciones, acciones y operaciones, sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de Su Divina Majestad”.

Unos puntos sencillos para vibrar mañana con la Iglesia universal. Vamos a hacerlo de la mano de San Pablo: Iglesia de los comienzos, y Benedicto XVI: garantía petrina de vivir en Su Iglesia.

«SPE SALVI facti sumus» – en esperanza fuimos salvados, dice san Pablo a los Romanos y también a nosotros (Rm 8,24). Según la fe cristiana, la «redención», la salvación, no es simplemente un dato de hecho. Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino. Ahora bien, se nos plantea inmediatamente la siguiente pregunta: pero, ¿de qué género ha de ser esta esperanza para poder justificar la afirmación de que a partir de ella, y simplemente porque hay esperanza, somos redimidos por ella? Y, ¿de qué tipo de certeza se trata?

Así comienza la encíclica Spe Salvi de Benedicto XVI. El Papa se pregunta sobre el origen de la esperanza cristiana, citando un versículo de la misma carta que la Iglesia universal nos ofrece en la Primera Lectura de hoy. San Pablo, en el mismo capítulo de esa carta a los Romanos, da la clave:

“Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? […] ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?” (Rm 8).

Y termina afirmando, con la experiencia de la propia vida como prueba:

“Estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura , ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 8).

Aquí nos detendremos en la oración de mañana: “Señor, descúbrenos tu amor”. En palabras de San Pablo diremos: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rm 5,5). Ésta es la verdad decisiva de nuestra vida, y sobre ella puede ser precioso volver mañana, ante el Sagrario.

Que la Virgen, Madre nuestra, nos muestre la novedad de vivir junto a un Amor así. Que no nos acostumbremos, ni caigamos en la rutina del amor. Santa María, ruega por nosotros.

Archivo del blog