La Iglesia hoy celebra este día y lo dedica a dar gracias a Dios por todos los beneficios y dones recibidos durante el curso pasado y para pedir al Señor, en este nuevo curso que estamos comenzando, que nos siga manteniendo en su camino, en su Iglesia. “En el vivimos, nos movemos y existimos”. Todo es gracia y nada tenemos ni podemos hacer de bueno si no fuera por su Espíritu que nos empuja a lo bueno.
Tradicionalmente, hasta no hace mucho tiempo, el hombre ha vivido con una conexión muy cerrada con el medio natural que le rodeaba. Quizá nosotros mismos y si no, nuestros padres o abuelos, nos han contado su experiencia estrecha en el mundo rural, su dedicación a las labores en el campo. Casi todas sus anécdotas y recuerdos más entrañables estaban vinculados a esa vida sacrificada de trabajo en el campo, sus labores. Había como un nexo entre la vida rural con lo más hondo de la experiencia y sus recuerdos en el corazón. De esta manera, el hombre vivía en la dependencia continua y sabía que el hombre propone y Dios dispone. De qué sirven nuestros esfuerzos si Dios no está con nosotros. El hombre profundo y religioso de campo lo conocía y experimentaba. Y por eso trabajaba,… y rezaba.
Hoy también es día de petición. Y no queremos pedir para que sea un año lleno de éxito, de triunfo personal. No, queremos pedir, como Él nos enseñó, que se haga su voluntad. Y como nos dijo Jesús, esta es la voluntad de mi Padre, que todo aquel que ve al Hijo y cree en El, tenga vida Eterna y así resucitar en el día final.
Hoy es un día en el que se nos llama a la confianza. Y es el mismo Cristo el que nos llama a ello. “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá”. Hoy es sencilla la oración, la podemos dedicar a pedir al Señor, con fe, como Él nos lo indica. Por tantas cosas, por la Cruzada de Santa María, los militantes, por nuestra generosidad. Fijémonos en el rey Salomón, cuando se le apareció Dios en sueños para decirle: “pídeme lo que quieras que Yo te lo daré”. Y Salomón respondió: “da a tu siervo un corazón sabio para juzgar a tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal”. Así, con un corazón que busca el bien de los demás, para servir, como la Virgen. “El primero de vosotros que sea vuestro servidor”. “He aquí la esclava del Señor”.