Este evangelio supone siempre un examen de conciencia.
'Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios', se suele utilizar para hablar de la necesidad de separar el poder temporal del religioso, evitando injerencias de uno en el otro. Algo tan importante en la convivencia y en buen desarrollo de las relaciones socio-políticas.
Pero en este momento de la oración queremos ponernos delante del Señor y preguntarle verdaderamente si estamos dando a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César.
- Dar a Dios lo que es de Dios. Supone preguntarnos, Señor, ¿qué quieres de mí? ¿Qué inspiraciones has ido poniendo en mi corazón que yo no he sabido oír, que yo no he ¡querido escuchar? Porque sé que, si quiero ser fiel a mi amistad contigo, he de estar tiempos contigo en la oración, he de entregarme a mis hermanos, he de crear comunidad y tomar responsabilidades en mi pequeña parcela de la Iglesia... ¿Lo estoy haciendo?
- Dar a Dios lo que es de Dios. Supone que cuando sabemos que tenemos que hacer algo, no lo retrasamos, no lo esquivamos, no lo dejamos para mañana... porque ese tiempo que perdemos, en realidad, ya no nos pertenece, es un tiempo de Dios.
- Dar a Dios lo que es de Dios. Supone estar abierto y seguir la vocación que el Señor nos pone a cada uno. Saber que Él es el dueño de la vida, que he de buscar su voluntad, que he de seguir el camino que El ha puesto en mi corazón.
- Dar al César lo que es del César. Supone que, como cristianos, sabemos ser también ciudadanos, participar activamente en la vida de nuestro entorno, construir la sociedad, construir el Reino de Dios.
- Dar al César lo que es del César. Supone no defraudar en el cumplimiento de nuestras obligaciones: estudio, trabajo, responsabilidades... No vale eso de ser muy piadoso y luego no estar a la altura de las circunstancias en el día a día ordinario.
Por eso nos planteamos en esta oración: ¿Estoy dando lo que me exige mi conciencia, lo que me pide Dios? ¿O me estoy reservando y tengo miedo a entregarme?
Pedimos luz para poder ver con claridad, sin autocomplacencias falsas y superficiales. Fuerza para cumplir con nuestros deberes. Perdón en aquello que no somos totalmente responsables.
Y seguimos caminando con propósitos concretos que impliquen una mejora.
Coloquio con Cristo, me quedo con Jesús hablando de todo esto. Él tiene todavía la moneda en la mano, me la da y me pregunta si ya le he dado a Dios eso que sé que me está pidiendo... ¿Qué hago? ¿Miro a otra parte? ¿Le miro a los ojos? ¿Qué le digo?