30 octubre 2011. Domingo de la XXXI semana de Tiempo Ordinario (Ciclo A) – Puntos de oración

En un mundo que vive desbocado por el ansia de poseer, o por la ansiedad de poder perder lo que uno ya tiene, por la insatisfacción de querer más de lo que tiene, por la esclavitud de la ambición… nos habla hoy la Palabra de Dios a través del salmo 130: “Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.

Es bonito que sea precisamente hoy, domingo, día dedicado al Señor y al descanso, cuando el salmo nos anima a buscar la paz, junto al Señor, porque sólo junto a El es posible encontrar la paz del alma.

Vivimos en un mundo desquiciado por al afán de poseer, por la codicia de riquezas, por el vano honor de las cosas del mundo. Y esto no sólo en lo material, también en lo intelectual a veces incluso en lo espiritual. Nos engañamos a nosotros mismos, nos creamos necesidades: otro coche, una casa mejor, el último iphone… Formamos pequeños hilillos, apenas perceptibles, aparentemente insignificantes, pero que en realidad nos impiden volar en libertad. Nos encontramos atados a las cosas terrenas por motivos ridículos pero que impiden a nuestra alma elevarse hacia Dios, como un globo que permanece atado a la tierra por un simple hilo.

A veces en el ámbito profesional, social o económico la ambición nos ciega. Nos embarcamos en proyectos que nos superan, nos cuesta renunciar. Frecuentemente, lo que al principio era un medio, acaba convirtiéndose en un fin. Nos convertimos en esclavos de la imagen, del “qué dirán”. Junto a esto, también puede aparecer un sutil sentimiento de satisfacción, de secreta soberbia. Es entonces cuando dejamos de ser sencillos, humildes, cuando dejamos de confiar, de abandonarnos “como un niño en brazos de su madre”. Con el tiempo, no tarda en aparecer la falta de paz, la preocupación, el agobio, el cansancio. También la irritabilidad, la intransigencia con los que nos rodean. Es entonces cuando se vuelven “mis ojos altaneros”. y la semilla de la soberbia empieza a crecer en el jardín de mi alma, como la cizaña en el campo.

De esta situación sólo nos puede salvar la oración humilde y confiada del salmo de hoy: “Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor” Que mi corazón esté junto al Señor, que descanse en el Señor, porque donde está tu tesoro allí estará tu corazón.

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