Comienza hoy el mes de octubre. En la
piedad popular es el mes del Rosario, pues el 7 de octubre se celebra la Virgen
del Rosario. Octubre es también el mes de las Misiones, pues el día 18 será el Domingo Mundial de las Misiones, para
rezar y colaborar por y con los misioneros. El mes se inicia con la fiesta de
la Patrona de las Misiones, santa Teresita del Niño Jesús. Es también adalid y
protectora de la Cruzada-Milicia de Santa María, pues el P. Morales nos la dio
por modelo e intercesora.
Con estas premisas iniciamos la
oración, pidiendo a nuestra amiga del cielo que nos ayude a orar, ya que ella
quería pasar su cielo haciendo el bien en la tierra. Ella misma nos va a hacer
el comentario de la primera lectura del profeta Isaías, puesto que una de sus
frases le inspiró el caminito de la infancia espiritual.
Santa Teresita deseaba ser santa,
pero se veía demasiado pequeña comparada con los grandes santos. Ahora bien,
creía que ese deseo lo ponía Dios en su corazón y era verdadero; por lo tanto,
había que encontrar el camino: “quiero buscar la forma de ir al cielo por un
caminito muy recto y muy corto, por un caminito totalmente nuevo”. Entonces
repara en un invento reciente, los ascensores, y se pregunta si no habrá un
ascensor que le suba a la santidad, ya que “la ruda escalera de la perfección”
es imposible de subir para su pequeñez. Dispuesta a encontrar una respuesta
indaga en la palabra de Dios:
“Entonces busqué en los Libros
Sagrados algún indicio del ascensor, objeto de mi deseo, y leí estas palabras
salidas de la boca de Sabiduría eterna: “El que sea pequeñito, que venga a
mí”(Pr 9,4). Y entonces fui, adivinando que había encontrado lo que
buscaba. Y queriendo saber, Dios mío, lo que harías con el que pequeñito que
responda a tu llamada, continué mi búsqueda, y he aquí lo que encontré: “Como
una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo; os llevaré en mis brazos y
sobre mis rodillas os meceré” (Is
66,12-13). Nunca palabras más tiernas ni más melodiosas alegraron mi alma ¡El
ascensor que ha de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús! Y para eso,
no necesito crecer; al contrario, tengo que seguir siendo pequeña, tengo que
empequeñecerme más y más. Tú, Dios mío, has rebasado mi esperanza, y yo quiero
cantar tus misericordias”.
Jesús nos dice en el evangelio de hoy
que para ser grandes en el Reino de los cielos hay que hacerse muy pequeños,
como niños. Santa Teresita nos propone este camino evangélico de la infancia
espiritual para llegar a la santidad. Es un camino hecho de sencillez y
humildad, pues supone no cansarse nunca de estar empezando siempre en la
práctica de la virtud, confiando en la misericordia de Dios en medio de
nuestras miserias con las que nunca pactamos.
Un ejemplo concreto: el rezo del
Rosario. Después del testimonio de santa Teresita sobre sus dificultades para
rezar bien esta oración, ya no tenemos excusa para poner manos a la obra en
este mes del rosario:
“Rezar yo sola el rosario (me da
vergüenza decirlo) me cuesta más que ponerme un instrumento de penitencia...
¡Sé que lo rezo tan mal! Por más que me esfuerzo por meditar los misterios del
rosario, no consigo fijar la atención... Durante mucho tiempo viví desconsolada
por esta falta de atención, que me extrañaba, pues amo tanto a la Santísima
Virgen, que debería resultarme fácil rezar en su honor unas oraciones que tanto
le agradan. Ahora me entristezco ya menos, pues pienso que, como la Reina de
los cielos es mi Madre, ve mi buena voluntad y se conforma con ella… La
Santísima Virgen me demuestra que no está disgustada conmigo. Nunca deja de
protegerme en cuanto la invoco. Si me sobreviene una inquietud o me encuentro
en un aprieto, me vuelvo rápidamente hacia ella, y siempre se hace cargo de mis
intereses como la más tierna de las madres”.
Si nos hacemos niños gozaremos
también de las caricias de María, Madre nuestra.