17 septiembre 2005. Jueves de la XXIV semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Hoy nos presenta la Iglesia a san Roberto Belarmino, santo jesuita del cual se pueden  sacar algunas enseñanzas para nuestra oración. Los santos, no lo olvidemos deben ser nuestros amigos por su intercesión, ejemplo y anécdotas que nos sirven en nuestra vida.
Su padre piensa dada la fama de sus cualidades y sueña con grandes beneficios y dignidades, pero él piensa en la brevedad de la vida y de las cosas temporales y busca un lugar  donde no hubiese  tales dignidades. Ante la insistencia del hijo el  padre se rinde: “He pensado que se debe a Dios lo que más se quiere. He dado la bendición a mi hijo y le he ofrecido a  Dios.” Con  una  gran preparación, no es extraño que sus sermones produjeran muchísimas conversiones.
No solo su palabra, sus  escritos “Las Controversias” son un baluarte  inexpugnable de la fe y riquísimo arsenal para defenderla frente a protestantes y luteranos y arrancara conversiones y muchos  hijos desviados, volvieran a la fe y exclamaran “Este libro me ha perdido” “Me has creado, iluminado y arrancado de la muerte”. Por su labor extraordinaria, no se libra de que le nombren cardenal pero si del papado aunque  tuvo que formar parte del tribunal de Galileo y fue uno de sus valedores a la hora de buscarle residencia y publicaciones al notificarle la sentencia de 1616.
Si nos admiran los santos por sus obras, más nos debe admirar su oración de la que sacan  el valor y la fuerza para hacer esas proezas. Seguir su camino es  hacer oración cada día mejor, como les decía a sus monjes san  Basilio”que sea una hoguera ardiente que no se apaga”.
Pero también los textos del día podemos sacar  alguna idea que nos ayude a ello para que sea cada día nueva, creativa, original, como el amanecer o el atardecer, que no hay dos iguales, como no hay dos hojas iguales, dos seres iguales,… y es que Dios se prodiga infinitamente con su amor en la naturaleza y en nosotros cuando oramos.
Así lo encontramos en el evangelio de la pecadora, todo un derroche de amor y misericordia como en el Hijo Pródigo, deseando perdonar, deseando derramar su misericordia, volcarla sobre nosotros pobres pecadores. Para sentirla, no tenemos más que acercarnos junto a sus pies, llorar y humedecerlos, enjugarlos, cubrirlos de besos y escuchar de sus labios: “Tus pecados están perdonados, tu fe te ha salvado, vete en paz”.
Esto mismo sentiremos en la oración en la oración si contemplamos la escena y ponemos nuestros sentidos como nos dice san Ignacio: “ver, mirar, escuchar,.. y acabar con un coloquio con Jesús, con la pecadora,  con Dios Padre que en Jesús nos trae el perdón.

No te olvides de la Virgen tan presente en toda la vida de Jesús a quien felicitas por haber dicho “Si”, por su nacimiento, dulce Nombre y Dolores que hemos celebrado recientemente: “Madre, danos de tu fe, la de tu Hijo, que nos perdona y nos salva. Gracias, Madre”.

Archivo del blog