Para no perder la buena costumbre de
los Ejercicios Espirituales, rezamos al principio “Que todas mis intenciones,
acciones y operaciones estén puramente ordenadas al servicio y Alabanza
de Su Divina Majestad”.
Para nuestra oración de hoy podemos
tener el buen sabor de boca del día que dejamos atrás, el Dulce Nombre de
María; y tener como telón de fondo el día que viene mañana, la Exaltación de la
Cruz. Para este día de mañana nos viene muy bien la primera lectura, uno de los
cánticos del Siervo de Yahvé, del libro de Isaías.
En la primera lectura leemos el
Cántico del Siervo de Yahvé. Un amigo en proceso de conversión, medio
agnóstico- medio creyente, está leyendo la Biblia, me comentaba como le había
llamado la atención este pasaje: “sin duda, es que habla de Jesús”, decía. Y es
cierto. Realiza ahora tú la composición de lugar, contempla la escena que se
lleva a cabo cuando Jesús cumple esta profecía. Contempla a un Jesús humillado,
escarnecido… Imagina, también, la manera actual en la que Jesús es humillado
(daños al Santísimo Sacramento, maltrato a los pobres, quizás podemos pensar en
los miles de refugiados a las puertas de Europa…). Y ahora consuela a Jesús.
Todo un Dios que se deja consolar por mí y por ti. Dile que le quieres, que
puede contar con tu hombro para descansar, con tus brazos para abrazar… Escucha
a Jesús que te da las gracias, que con sus gestos te lo agradece… Escucha sus
palabras enternecedoras que te pide un favor, que te pide ser partícipe de su
vida misionera.
Para consolar a Jesús, que es el
sentimiento que surge en nosotros tras la lectura del libro de Isaías, nos
responde como hacerlo la segunda lectura: las obras, la fe y las obras. Es
decir, la respuesta al Amor de Dios, dice la Iglesia, es la fe, la creencia, y
esta fe se concreta en una conversión de vida, que a su vez se traduce en las
obras, en mi vida cotidiana, en mis actos y palabras. Leía un estado de
WhatsApp de un amigo: “habla de Dios solo cuando te lo pregunten, vive de tal
manera que no puedan dejar de preguntarte por Él”: esta es la manera de resumir
la reflexión de la segunda lectura. Y para reafirmar todo lo dicho
anteriormente, Cristo nos dice muy claro que para llegar a Dios, al Cielo, hay
que cargar con la Cruz. Sea cual sea la Cruz nuestra…
Para que nuestra oración no se
convierta en algo temeroso y pesaroso, tras reflexionar en “lo que cuesta ser
cristiano”, el salmo nos invita a confiar en el Señor: léelo, saboréalo,
y piensa en Cristo mientras lo leas, la confianza vendrá por sí sola. Te darán
fuerzas también esas palabras que te invitan a renovar tu entrega a Cristo, a
vivir la oración de hoy (vivir la oración, orar la vida): “Quien pierde su vida
por mí, la encontrará”.
Degusta la oración. Culmina este
“rato de Cielo” con un diálogo con la Virgen. Por intentar relacionarlo todo
(Dulce Nombre de María, el día de ayer; Exaltación de la Cruz, mañana; temática
de la oración de hoy), puedes tener este coloquio con la Virgen sobre la Cruz y
la entrega a Cristo en los demás: ¿cuáles son tus miedos, tus preocupaciones,
al hablar de la Cruz del cristiano? Coméntalo a la Virgen y escucha, ¿qué te
responde?
Feliz domingo, día del Señor. Feliz
oración con Él.