10 septiembre 2015 Jueves de la XXIII de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Empezamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego de tu amor”.
Estamos comenzando el curso y si aún no lo hemos hecho, es bueno que pongamos todo este año a los pies del Señor, ofreciéndoselo todo a Él, como gesto de amor y de confianza. Este curso el papa Francisco ha convocado el Año Jubilar de la Misericordia. Se iniciará el día 8 de diciembre (día de la Inmaculada Concepción) y concluirá el día 20 de noviembre de 2016. En la carta, con la que ha convocado el año de la Misericordia, el Papa nos alienta a ser misericordiosos como el Padre, recordándonos que tenemos que encargarnos de nuestros hermanos, en especial de los que más sufren, de los más débiles. En definitiva de nuestros prójimos. Estos son los pobres, los emigrantes, los que no tienen trabajo, los refugiados que huyen de la injusticia de sus países. Debemos rezar por ellos para que el Señor los consuele y para que nosotros sepamos salir de nosotros mismos y entregarnos para servirles de apoyo en los momentos difíciles que están pasando.
Las lecturas de la Misa de hoy nos hablan también de la misericordia. Debemos ser misericordiosos como el Padre es misericordioso, porque eso es lo que le gusta al Señor y es lo que nos va a hacer felices y nos va hacer sentirnos plenos. “Misericordiosos como el Padre” es el lema del Año de la Misericordia. Éste nos recuerda también a la parábola del hijo pródigo, donde el Padre perdona y acoge a su hijo con gran amor. También nos recuerda el episodio del buen samaritano, que ve al necesitado y lo acoge.
En la lectura de la carta a los colosenses, el apóstol san Pablo nos exhorta a vestirnos de misericordiosos, vistiendo el uniforme de la misericordia. Ayudándonos y enseñándonos mutuamente, no como el que hace algo por hacerlo sin más, si no como el que lo hace con amor y se deja la vida en ello. La paz del corazón será el termómetro que nos indique si estamos en el camino de amar como el Padre nos ama.
Pidamos la intercesión la de nuestra madre la Virgen. Qué ella nos enseñe a ser misericordiosos y servidores de los demás. Qué sepamos también ver el rostro de Cristo en los más débiles para que no pase por delante de nosotros sin movernos interiormente a la virtud.

Pedimos también al Señor por nuestros hermanos refugiados que acuden a Europa huyendo de la barbarie de sus países, para que se sientan consolados y acompañados por nosotros.

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