Empezamos nuestra oración invocando al
Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego
de tu amor”.
Estamos comenzando el curso y si
aún no lo hemos hecho, es bueno que pongamos todo este año a los pies del
Señor, ofreciéndoselo todo a Él, como gesto de amor y de confianza. Este curso
el papa Francisco ha convocado el Año Jubilar de la Misericordia. Se iniciará
el día 8 de diciembre (día de la Inmaculada Concepción) y concluirá el día 20
de noviembre de 2016. En la carta, con la que ha convocado el año de la
Misericordia, el Papa nos alienta a ser misericordiosos como el Padre,
recordándonos que tenemos que encargarnos de nuestros hermanos, en especial de
los que más sufren, de los más débiles. En definitiva de nuestros prójimos.
Estos son los pobres, los emigrantes, los que no tienen trabajo, los refugiados
que huyen de la injusticia de sus países. Debemos rezar por ellos para que el
Señor los consuele y para que nosotros sepamos salir de nosotros mismos y
entregarnos para servirles de apoyo en los momentos difíciles que están
pasando.
Las lecturas de la Misa de hoy
nos hablan también de la misericordia. Debemos ser misericordiosos como el
Padre es misericordioso, porque eso es lo que le gusta al Señor y es lo que nos
va a hacer felices y nos va hacer sentirnos plenos. “Misericordiosos como el
Padre” es el lema del Año de la Misericordia. Éste nos recuerda también a la
parábola del hijo pródigo, donde el Padre perdona y acoge a su hijo con gran amor.
También nos recuerda el episodio del buen samaritano, que ve al necesitado y lo
acoge.
En la lectura de la carta a los
colosenses, el apóstol san Pablo nos exhorta a vestirnos de misericordiosos,
vistiendo el uniforme de la misericordia. Ayudándonos y enseñándonos
mutuamente, no como el que hace algo por hacerlo sin más, si no como el que lo
hace con amor y se deja la vida en ello. La paz del corazón será el termómetro
que nos indique si estamos en el camino de amar como el Padre nos ama.
Pidamos la intercesión la de
nuestra madre la Virgen. Qué ella nos enseñe a ser misericordiosos y servidores
de los demás. Qué sepamos también ver el rostro de Cristo en los más débiles
para que no pase por delante de nosotros sin movernos interiormente a la
virtud.
Pedimos también al Señor por
nuestros hermanos refugiados que acuden a Europa huyendo de la barbarie de sus
países, para que se sientan consolados y acompañados por nosotros.