En
un día dedicado a la memoria de san Jerónimo, qué menos que dar gracias a Dios
por la vida de este santo, que tradujo la Biblia del griego y el hebreo al
latín (Vulgata). Nuestra oración se basa en la Palabra de Dios. Pues bien, el
conocimiento de esa Palabra se la debemos en buena parte a la ofrenda de vida
que hizo este hombre.
“Las zorras tienen madriguera y los pájaros nidos, pero
el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. Estas palabras del evangelio
de hoy parecen el comentario adecuado a los cuadros con que muchos
pintores han representado a san Jerónimo.
Invocamos al Espíritu Santo, recordamos
que siempre en nuestro rato diario de oración estamos acompañados por la
presencia maternal de María. A san José le pedimos por nuestra
perseverancia.
Sujetemos nuestra imaginación,
metiéndonos en una escena en la que Jesús de pie con su túnica blanca de una
sola pieza, camina con discípulos a su alrededor, en nuestra composición
alguno de ellos podría ser uno de nosotros. El Maestro habla de que es lo
esencial y que es lo accesorio, a la hora de tomar una decisión.
En el evangelio de hoy, Lucas va a
agrupar tres diálogos distintos, con un hilo conductor común.
Por el camino le dijo uno “Te seguiré adonde vayas”.
Jesús le respondió: “Las zorras tienen madriguera y los pájaros nidos, pero
el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.”Este hombre quiere
seguir a Jesús, pero él lo previene: ¡Mira lo que vas a hacer! Ese al que tú
quieres seguir no tiene hogar. La seguridad lícita que el hombre tiene en su
casa y entre las cosas que le son familiares, él no la tiene. Él está de paso.
Su forma de vida es la del que no tiene hogar. ¿Podrás tú aguantar eso? ¿Podrás
tener la voluntad de Dios, como único refugio?
A otro dijo: “Sígueme” Él respondió: “Permíteme
que vaya primero a enterrar a mi padre”. Jesús
le replicó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a
anunciar el reino de Dios”. Aquí
es el propio Jesús el que llama, el llamado le pide poder cumplir antes con el
deber filial de enterrar a su padre. Jesús rechaza la súplica, en este
caso. A lo que debe de estar “muerto”, ya pasado, no debe dedicarle
ni siquiera el tiempo que supone volver para enterrar a su padre.
Al tercero le viene a decir que si se decide por el Reino
de Dios, no vuelva a mirar para atrás.
¡Duras palabras son estas!. Aquí la voluntad de seguir al
Señor se pone en conflicto con lo más noble del ser humano: Los vínculos que lo
unen con su padre y su madre, su esposa y sus hijos, la seguridad de un hogar…
No te está pidiendo que dejes el pecado. Te está pidiendo más, dejar las realidades
más próximas, más nobles, más valiosas, por su causa.
Jesús exige radicalidad en el seguimiento, quiere
disponibilidad para venderlo todo y comprar el campo donde se encuentra el
tesoro escondido. Atendiendo a la realidad de nuestra naturaleza esto es
imposible para un hombre, solo la gracia sobrenatural hace posible este
seguimiento.
Acabemos estas reflexiones con un
coloquio con Jesús. San Ignacio nos lo precisa: “el coloquio se hace,
propiamente hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su señor:
cuándo pidiendo alguna gracia, cuándo culpándose por algún mal hecho, cuándo
comunicando sus cosas y queriendo consejo en ellas. Y decir un Pater noster”.