2 septiembre 2015. Miércoles de la XXII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Después de este tiempo de verano en el hemisferio norte y que espero haya sido de descanso y renovación en el espíritu para todos, retomamos la oración del militante. Muchos hemos vuelto esta semana a nuestros centros de trabajo y retomado las actividades profesionales. Mi deseo es que estas pistas de oración o puntos nos ayuden a entablar una conversación de amistad con el Señor. Para ello, miremos al señor con los ojos de la Virgen, escuchemos su voz  y sobre todo amémosle metidos en el Corazón de su Madre.
Antes de comenzar a meditar conviene siguiendo el consejo de San Ignacio purificar nuestra intención y caer en la cuenta de lo que quiero, para ello repetir con atención y muy despacio la siguiente oración: “que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad”.
A continuación, a manera de composición de lugar, nos vamos con la imaginación a ver y a oír a Jesús que junto con sus discípulos predica, cura y expulsa demonios en los pueblos cercanos al lago de Galilea.

Evangelio según San Lucas 4,38-44. : "También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado".
Jesús ha empezado a predicar el Reino de Dios, reino de paz, justicia y amor. Y lo hace en todas partes, en las calles, plazas, montes, playas junto al lago y también como nos dice el Evangelio de hoy en las sinagogas donde se reúnen los judíos cada sábado para leer la palabra y comentarla. Pero Jesús no es un predicador de palabras, de esos que hablan y gritan por ahí pero que no se ocupan de las necesidades concretas de sus oyentes. Jesús es un pastor con olor a oveja como dice el Papa Francisco porque está entre la gente escuchándoles y curando sus dolencias. Hoy vemos a Jesús curando a la suegra de su discípulo Pedro y después, al salir de allí “todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Así pasó todo el día. Al día siguiente se retiró a un lugar desierto para orar, pero la multitud lo buscó hasta encontrarlo. Entonces Jesús les dijo que tenía que ir a anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios a las otras ciudades, que para eso había sido enviando. La Iglesia ve en estas otras ciudades a toda la humanidad, y por ello la Iglesia es misionera y lleva a Cristo a todos los hombres de toda cultura y condición.
Si la oración es para encontrarse con Jesús y escuchar su palabra, entonces, debemos salir de la oración dispuestos a dar testimonio de Cristo en los ambientes donde nos desenvolvemos, en oficinas y fábricas, en aulas y hospitales, en la calle y en las familias. En las redes sociales. A hacer lo que hemos visto que hacía Jesús: a estar entre la gente ayudándoles en sus necesidades, en la medida de nuestras posibilidades por supuesto. Pero siempre podemos hacer más de lo que nos imaginamos de entrada.

Que María Reina y Madre de la Iglesia y de nuestras vidas, sea nuestra fuerza. Digámosle repetidamente, ahora y durante todo el día: María, totus tuus, ego sum.

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