Después de
este tiempo de verano en el hemisferio norte y que espero haya sido de descanso
y renovación en el espíritu para todos, retomamos la oración del militante.
Muchos hemos vuelto esta semana a nuestros centros de trabajo y retomado las
actividades profesionales. Mi deseo es que estas pistas de oración o puntos nos
ayuden a entablar una conversación de amistad con el Señor. Para ello, miremos
al señor con los ojos de la Virgen, escuchemos su voz y sobre todo
amémosle metidos en el Corazón de su Madre.
Antes de
comenzar a meditar conviene siguiendo el consejo de San Ignacio purificar nuestra
intención y caer en la cuenta de lo que quiero, para ello repetir con atención
y muy despacio la siguiente oración: “que todas mis intenciones,
acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su
divina majestad”.
A
continuación, a manera de composición de lugar, nos vamos con la imaginación a
ver y a oír a Jesús que junto con sus discípulos predica, cura y expulsa
demonios en los pueblos cercanos al lago de Galilea.
Evangelio según San Lucas 4,38-44. : "También a las otras
ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he
sido enviado".
Jesús ha
empezado a predicar el Reino de Dios, reino de paz, justicia y amor. Y lo hace
en todas partes, en las calles, plazas, montes, playas junto al lago y también
como nos dice el Evangelio de hoy en las sinagogas donde se reúnen los judíos
cada sábado para leer la palabra y comentarla. Pero Jesús no es un predicador
de palabras, de esos que hablan y gritan por ahí pero que no se ocupan de las
necesidades concretas de sus oyentes. Jesús es un pastor con olor a oveja como
dice el Papa Francisco porque está entre la gente escuchándoles y curando sus
dolencias. Hoy vemos a Jesús curando a la suegra de su discípulo Pedro y
después, al salir de allí “todos los que tenían enfermos afectados de
diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno
de ellos, los curaba. Así pasó todo el día. Al día siguiente se retiró
a un lugar desierto para orar, pero la multitud lo buscó hasta encontrarlo.
Entonces Jesús les dijo que tenía que ir a anunciar la Buena Noticia del Reino
de Dios a las otras ciudades, que para eso había sido enviando. La Iglesia ve
en estas otras ciudades a toda la humanidad, y por ello la Iglesia es misionera
y lleva a Cristo a todos los hombres de toda cultura y condición.
Si la oración
es para encontrarse con Jesús y escuchar su palabra, entonces, debemos salir de
la oración dispuestos a dar testimonio de Cristo en los ambientes donde nos
desenvolvemos, en oficinas y fábricas, en aulas y hospitales, en la calle y en
las familias. En las redes sociales. A hacer lo que hemos visto que hacía
Jesús: a estar entre la gente ayudándoles en sus necesidades, en la medida de
nuestras posibilidades por supuesto. Pero siempre podemos hacer más de lo que
nos imaginamos de entrada.
Que María
Reina y Madre de la Iglesia y de nuestras vidas, sea nuestra fuerza. Digámosle
repetidamente, ahora y durante todo el día: María, totus tuus, ego sum.