26 septiembre 2015. Sábado de la XXV semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Lc 9, 44b – 45
Al iniciar la oración, como nos indica san Ignacio, debo caer en la cuenta de que Dios me está esperando, ponerme en su presencia, escuchar lo que Él quiere decirme y contarle lo que yo tengo en mi corazón.
Iniciamos un nuevo curso y nuestra oración debe ir teniendo cada vez más calidad y profundidad como ocurre en el trato de amistad con las personas con las que convivimos, que no nos ocurra lo que narra el pasaje que hay nos propone la Iglesia, que los discípulos no entendían el leguaje; les resultaba tan oscuro, que no cogían el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto. Es cierto que convivían con Jesús pero esa convivencia o era bastante superficial o lo más probable era que su fe en Jesús era demasiado débil. No basta con hacer la oración –convivir con Jesús- es necesario que esa convivencia sea profunda e íntima.
La profundidad y la calidad de mi oración es la que me da la fuerza y la creatividad para anunciar el evangelio de Jesucristo en el ambiente donde vivo. Un anuncio del evangelio que debe ser con Jesús y como Jesús en humillación y cruz capacitándome para vivir como contemplativo en la acción y practicar la oración de intercesión.
Oración de intercesión no quiere decir simplemente “rogar por alguien”. Etimológicamente interceder viene a ser “situarse en el medio” donde el choque tendrá lugar, es colocarse entre las dos partes en lucha, donde se corre el riesgo de salir herido, incluso de perder la vida. No se trata de pedir a Dios una necesidad desde un lugar bien protegido. Cristo intercedió por nosotros no desde el cielo o como diría san Ignacio desde su solio real, se hizo hombre y se puso entre el hombre pecador y el infierno y corrió el riesgo de padecer tantos trabajos de hambre, de sed, de calor y de frio, de injurias y afrentas, para morir en una cruz; y todo esto por mí. (EE. 116). El intercesor es distinto al árbitro o al mediador, estos son los que procuran convencer a una parte para que concedan alguna cosa a la otra parte, esto se da en política y son ajenos al conflicto estando dispuestos al retirarse si no hay solución. Interceder es estar allí sin moverse, sin escapatoria y aceptar el riesgo de esta posición de intercesión.

Al final de la oración no olvidarnos de darle gracias a Dios Padre por las gracias recibidas, por su luz y por su fuerza, y a la vez pedir perdón por tantas veces como he cerrado el oído para no escuchar sus palabras de salvación.

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