María casa edificada sobre la roca de
la fe, ella escuchó la Palabra de Dios y la puso en práctica; sus labios
proclaman la misericordia de Dios.
12 de setiembre, memoria del
Santísimo nombre de María. Un día entrañable para recordar a aquella que es la
primera cristiana, peregrina de la fe, que ha realizado en sí la que toda la
Iglesia espera alcanzar. Unida ya a la plenitud de la redención vive con Jesús
para siempre y vela con afecto maternal por los que aun peregrinamos.
Esta fiesta se une a la celebrada el
día 8 del nacimiento de María y la que celebraremos el 15 de la Virgen unida a
la Pasión del Señor. Así en una semana María es protagonista de nuestra oración
desde su entrada en la historia de la salvación con su nacimiento a su
colaboración al píe de la cruz. En forma de síntesis el nombre de María nos
remite a la persona que veneramos y podemos invocar en nuestra ayuda como se ha
hecho en la Iglesia por generaciones:
"El nombre de María es la llave de las puertas del
cielo" (San Efrén)
“En los peligros, en las perplejidades, en los casos
dudosos, piensa en María, recurre a María, no dejes que abandone tus labios; no
dejes que se aparte de tu corazón” (San Bernardo)
“Que tu nombre, oh María, no puede pronunciarse sin traer
alguna gratia a aquel que lo hace con devoción... permítenos, oh Señora, que a
menudo podamos acordamos de nombrarte con amor y confianza; ya que esta
práctica muestra la posesión de la gracia divina, o bien es una petición para
que la recobremos pronto” (San Buenaventura)
“Por esto nombre se purifica el corazón, se ilumina la
mente, se inflama el alma, se ablanda el pecho, se endulza el gusto y el afecto
se hermosea” (San Bernardino de Siena)
"Y el nombre de la Virgen era María. Digamos también
algo de este nombre, que significa estrella del mar. Conviene perfectamente a
la Madre de Dios. Como el astro emite su rayo de luz, así la Virgen dio a luz a
su Hijo; ni el rayo disminuyó la claridad de la estrella, ni el Hijo la
virginidad de la Madre... María es el astro deslumbrante y sin igual, necesario
a este mar inmenso; es la estrella que brilla por sus méritos y nos alumbra con
sus ejemplos. "Oh tú, quienquiera que seas, que en el flujo y reflujo de
este mundo te das cuenta que caminas no tanto en tierra firme como en medio de
tempestades y torbellinos, no apartes la vista del astro espléndido ni no
quieres desaparecer entre el huracán. Si se levanta la borrasca de las
tentaciones, si tropiezas con los escollos de las tribulaciones, mira a la
estrella, Invoca a María. Si eres juguete de las olas de la soberbia o de la
ambición, de la calumnia o de la envidia, mira a la estrella, invoca a María.
Si la avaricia, o la cólera, o los halagos de la carne azotan la nave de tu
alma, vuelve tus ojos a María. Si asustado por la enormidad de tus pecados, o
avergonzado de ti mismo, o tembloroso ante el juicio terrible ya cercano,
sientes que se ahonda debajo de tus pies el abismo de la tristeza o de la
desesperación, piensa entonces en María. En los peligros, en las angustias, en
la duda, piensa en María, invoca a María. Esté continuamente en tus labios,
esté en tu corazón; imítala y así tendrás su ayuda de un modo seguro.
Siguiéndola, no yerras; rogándola, no te desesperas; pensando en ella, no te
extravías. Apoyado en ella, no caes; amparado por ella, no temes; guiado por
ella, no te fatigas, al que ella favorece, llega a puerto seguro. Y de este
modo sentirás en ti mismo la verdad de esta palabra: el nombre de la Virgen
era María." (San Bernardo)
Sea hoy nuestra oración acudir a
María señora nuestra.