9 septiembre 2015. Miércoles de la XXIII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Festividad de San Pedro Claver: Nació en (Verdú, 1580 - Cartagena de Indias, 1654) Misionero jesuita español que desempeñó una vasta labor evangelizadora en Cartagena de Indias, bautizando y adoctrinando a los esclavos que llegaban de África. Canonizado por la Iglesia en 1888 y patrón de Colombia, es llamado, tal y como él mismo se definió, El apóstol de los negros o el esclavo de los negros.
Estamos a punto de comenzar un nuevo curso, recordando las actividades y proyectos del verano: días de convivencia, Ejercicios donde hemos hecho propósitos…
Hemos querido  olvidar las cosas que no nos ayudan a construir un futuro mejor. Así nos los dice la primera lectura: dar muerte a todo lo terreno que no nos ayuda. Cómo se entrelaza con el evangelio que nos narra las bienaventuranzas. ¡Cuántas veces hemos meditado  este evangelio!
Recuerdo el discurso de San Juan Pablo II en el año 1982 en el Bernabéu. El campo lleno de jóvenes y todo su alrededor. La música, los gritos de júbilo, las canciones y la ilusión de una juventud llena de vida. Nos invitaba a reflexionar sobre el texto de las bienaventuranzas:
En la base de ellas se halla una pregunta que vosotros os ponéis con inquietud: ¿por qué existe el mal en el mundo?
Las palabras de Cristo hablan de persecución, de llanto, de falta de paz y de injusticia, de mentira y de insultos. E indirectamente hablan del sufrimiento del hombre en su vida temporal. Pero no se detienen ahí. Indican también un programa para superar el mal con el bien. Efectivamente, los que lloran, serán consolados; los que sienten la ausencia de la justicia y tienen hambre y sed de ella, serán saciados; los operadores de paz, serán llamados hijos de Dios; los misericordiosos, alcanzarán misericordia; los perseguidos por causa de la justicia, poseerán el reino de los cielos.
¿Es ésta solamente una promesa de futuro? Las certezas admirables que Jesús da a sus discípulos ¿se refieren sólo a la vida eterna, a un reino de los cielos situado más allá de la muerte? Sabemos bien, queridos jóvenes, que ese “reino de los cielos” es el “reino de Dios”, y que “está cerca”. Porque ha sido inaugurado con la muerte y resurrección de Cristo. Sí, está cerca, porque en buena parte depende de nosotros, cristianos y “discípulos” de Jesús.
Así, el cristiano vence el mal; y vosotros, jóvenes españoles, vencéis el mal con el bien cada vez que, por amor y a ejemplo de Cristo, os libráis de la esclavitud de quienes miran a tener más y no a ser más.
Cuando sabéis ser dignamente sencillos en un mundo que paga cualquier precio al poder; cuando sois limpios de corazón entre quien juzga sólo en términos de sexo, de apariencia o hipocresía; cuando construís la paz, en un mundo de violencia y de guerra; cuando lucháis por la justicia ante la explotación del hombre por el hombre o de una nación por la otra; cuando con la misericordia generosa no buscáis la venganza, sino que llegáis a amar al enemigo; cuando en medio del dolor y las dificultades, no perdéis la esperanza y la constancia en el bien, apoyados en el consuelo y ejemplo de Cristo y en el amor al hombre hermano. Entonces os convertís en transformadores eficaces y radicales del mundo y en constructores de la nueva civilización del amor, de la verdad, de la justicia, que Cristo trae como programa de las bienaventuranzas que Cristo os propone. El Apóstol indica que quien ama a su hermano está en la luz, y el que le aborrece está en las tinieblas; ¿Qué sentido tienen estas palabras? San Juan habla dos veces de victoria sobre el maligno; es decir, de la victoria sobre el instigador del mal en el mundo. Es idéntico tema al encontrado en las bienaventuranzas.
Ahora bien, sabemos que es Jesús quien nos da esa “victoria que vence el mundo” y el mal que hay en él, que lo caracteriza, porque “el mundo todo está bajo el maligno”.
El amor a Dios y al prójimo es el distintivo del cristiano; es el precepto “antiguo” y “nuevo” que caracteriza la revelación de Dios en el Antiguo y Nuevo Testamento. Es la “fuerza” que vigoriza nuestra capacidad humana de amar, elevándola, por amor a Dios, en el amor al “hermano”. El amor tiene una enorme capacidad transformadora: cambia las tinieblas del odio en luz.
Salmo: El Señor es bueno con todos. ¡Bienaventurados seremos Señor!
Que sigamos el ejemplo de San Pedro Claver que, siendo joven, vivió las bienaventuranzas y este evangelio

En la cruz está la vida y el consuelo, y ella sola es el camino para el cielo. (Santa Teresa)

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