Festividad de San Pedro Claver: Nació en (Verdú, 1580 - Cartagena de Indias, 1654)
Misionero jesuita español que desempeñó una vasta labor evangelizadora en
Cartagena de Indias, bautizando y adoctrinando a los esclavos que llegaban de
África. Canonizado por la Iglesia en 1888 y patrón de Colombia, es llamado, tal
y como él mismo se definió, El apóstol de los negros o el esclavo de los
negros.
Estamos a punto de comenzar un nuevo
curso, recordando las actividades y proyectos del verano: días de convivencia,
Ejercicios donde hemos hecho propósitos…
Hemos querido olvidar las cosas
que no nos ayudan a construir un futuro mejor. Así nos los dice la primera
lectura: dar muerte a todo lo
terreno que no nos ayuda. Cómo se entrelaza con el evangelio que nos narra
las bienaventuranzas. ¡Cuántas veces hemos meditado este evangelio!
Recuerdo el discurso de San Juan
Pablo II en el año 1982 en el Bernabéu. El campo lleno de jóvenes y todo su
alrededor. La música, los gritos de júbilo, las canciones y la ilusión de una
juventud llena de vida. Nos invitaba a reflexionar sobre el texto de las
bienaventuranzas:
En la base de ellas se halla una
pregunta que vosotros os ponéis con inquietud: ¿por qué existe el mal en el
mundo?
Las palabras de Cristo hablan de
persecución, de llanto, de falta de paz y de injusticia, de mentira y de
insultos. E indirectamente hablan del sufrimiento del hombre en su vida
temporal. Pero no se detienen ahí. Indican también un programa para superar el
mal con el bien. Efectivamente, los que lloran, serán consolados; los que
sienten la ausencia de la justicia y tienen hambre y sed de ella, serán
saciados; los operadores de paz, serán llamados hijos de Dios; los
misericordiosos, alcanzarán misericordia; los perseguidos por causa de la
justicia, poseerán el reino de los cielos.
¿Es ésta solamente una promesa de
futuro? Las certezas admirables que Jesús da a sus discípulos ¿se refieren sólo
a la vida eterna, a un reino de los cielos situado más allá de la muerte?
Sabemos bien, queridos jóvenes, que ese “reino de los cielos” es el “reino de
Dios”, y que “está cerca”. Porque ha sido inaugurado con la muerte y
resurrección de Cristo. Sí, está cerca, porque en buena parte depende de
nosotros, cristianos y “discípulos” de Jesús.
Así, el cristiano vence el mal; y
vosotros, jóvenes españoles, vencéis el mal con el bien cada vez que, por amor
y a ejemplo de Cristo, os libráis de la esclavitud de quienes miran a tener más
y no a ser más.
Cuando sabéis ser dignamente sencillos
en un mundo que paga cualquier precio al poder; cuando sois limpios de corazón
entre quien juzga sólo en términos de sexo, de apariencia o hipocresía; cuando
construís la paz, en un mundo de violencia y de guerra; cuando lucháis por la
justicia ante la explotación del hombre por el hombre o de una nación por la
otra; cuando con la misericordia generosa no buscáis la venganza, sino que
llegáis a amar al enemigo; cuando en medio del dolor y las dificultades, no
perdéis la esperanza y la constancia en el bien, apoyados en el consuelo y
ejemplo de Cristo y en el amor al hombre hermano. Entonces os convertís en
transformadores eficaces y radicales del mundo y en constructores de la nueva
civilización del amor, de la verdad, de la justicia, que Cristo trae como
programa de las bienaventuranzas que Cristo os propone. El Apóstol indica que
quien ama a su hermano está en la luz, y el que le aborrece está en las
tinieblas; ¿Qué sentido tienen estas palabras? San Juan habla dos veces de
victoria sobre el maligno; es decir, de la victoria sobre el instigador del mal
en el mundo. Es idéntico tema al encontrado en las bienaventuranzas.
Ahora bien, sabemos que es Jesús
quien nos da esa “victoria que vence el mundo” y el mal que hay en él, que lo
caracteriza, porque “el mundo todo está bajo el maligno”.
El amor a Dios y al prójimo es el
distintivo del cristiano; es el precepto “antiguo” y “nuevo” que caracteriza la
revelación de Dios en el Antiguo y Nuevo Testamento. Es la “fuerza” que
vigoriza nuestra capacidad humana de amar, elevándola, por amor a Dios, en el
amor al “hermano”. El amor tiene una enorme capacidad transformadora: cambia
las tinieblas del odio en luz.
Salmo: El Señor es bueno con todos. ¡Bienaventurados seremos
Señor!
Que sigamos el ejemplo de San Pedro
Claver que, siendo joven, vivió las bienaventuranzas y este evangelio
En la cruz está la vida y el
consuelo, y ella sola es el camino para el cielo. (Santa Teresa)