* Primera lectura: Vivir
fielmente nuestra hermosa vida cristiana es dar un testimonio de la fe y de la
verdad que profesamos en Cristo Jesús. Él, ante Poncio Pilato al declararse
Rey, Rey Mesías y testigo de la verdad, se convirtió para nosotros en modelo de
cómo hemos de dar testimonio de nuestra fe y de la aceptación de Aquel que es
la Verdad. El perseverar en
ese testimonio a pesar de las burlas, persecuciones y peligros, debe brotar en
nosotros al saber que en la venida de nuestro Señor Jesucristo nosotros
participaremos de la luz inaccesible del mismo Dios, no sólo para contemplarlo,
sino para gozarnos en Él eternamente.
Toda
búsqueda de la verdad, toda recta búsqueda doctrinal o moral, es una búsqueda
de Jesús. Cada vez que cumplo mi deber con rectitud de vida, cada vez que
afirmo mis convicciones, me asemejo a Jesús y estoy «ante Jesús». El me mira y
ve que soy, a mi vez, un testigo de la verdad. San Pablo
invita a Timoteo a vivir en el amor, en el «mandato de Jesús» mientras espera
la plena manifestación de Cristo, ¡cuando el amor será por fin manifiesto y
perfecto!
¡Tan
evidente es que los reyes como los demás hombres son mortales! ¡Tan claro es
que las civilizaciones son mortales! El único porvenir absoluto es Dios. La
inmortalidad de Dios, la inaccesibilidad de Dios, la eternidad de Dios...
ofrecidas en Cristo al hombre. ¿Nos damos perfecta cuenta de que en esto consiste
nuestra Fe? Gracias, Señor. A Ti honor y poder eternos. Amén.
* Salmo 99: Dios,
creador de todo, se ha dignado escogernos como pueblo y rebaño suyo. Él no se
ha quedado en promesas, sino que las ha cumplido manifestándonos así que su
misericordia es eterna y que su fidelidad nunca se acaba. En Cristo estas promesas han
llegado a su plenitud. En Él no sólo se ofrece la salvación al pueblo de la
Primera Alianza, sino a toda la humanidad. Por eso nos dirigimos hacia su
santuario cruzando por sus atrios entre himnos, alabándolo y bendiciéndolo. Nuestra existencia no puede
convertirse en una ofensa al Señor, sino en una continua alabanza de su santo
Nombre. Así, guiados por Cristo, que nos ama, podremos llegar al Santuario
Eterno para alabar a nuestro Dios y Padre eternamente, disfrutando de la Gloria
que nos ha reservado en Cristo.
* Evangelio: Salió el
sembrador a sembrar... Todos los mesianismos judíos esperaban una manifestación
brillante y rápida de Dios. Jesús parece querer rebajar su entusiasmo: el
"Reino de Dios" está sujeto a los fracasos... va progresando
penosamente en medio de un montón de dificultades... ¡Mucha paciencia es
necesaria! Como Jesús, ¿me atrevo yo a mirar de cara las dificultades de mi
vida personal... de mi medio familiar o profesional... de la vida de la
Iglesia?...
Otra parte
cayó en tierra buena, brotó y dio el ciento por uno. Mateo y Marcos hablaban de
rendimientos diferenciados según la calidad de la tierra: treinta por uno...
sesenta por uno... ciento por uno... Lucas se contenta con un sólo rendimiento:
¡el más elevado! Lucas se beneficiaba de una más larga experiencia de la vida
de la Iglesia y podía ya poner el acento sobre tal o cual punto, según las
necesidades de la comunidad a la que se dirigía. Aquí, por ejemplo, en el crecimiento
del Reino de Dios pasa del "nada" al "todo"... del fracaso
total de la semilla, a su éxito total. Porque, a diferencia de Mateo y de
Marcos, quiere insistir solamente sobre la perseverancia en el fracaso... No
cansarse nunca de estar empezando siempre...Lo que cae en buena tierra, son los
que, después de haber oído la Palabra, la conservan con corazón bueno y recto,
y dan fruto con su perseverancia.
¡Perseverancia! ¡Uno de los más hermosos valores del hombre! El Reino
de Dios no es un "destello" estrepitoso y súbito: viene a través de
la humilde banalidad de cada día, en el aguante tenaz de las pruebas y de los
fracasos. Para mejor descubrir a Dios, para entrar en sus misterios, es
necesario, cada día, con perseverancia, tratar de llevar a la práctica lo que
ya se ha descubierto de El: ésta es condición para entrar y adelantar en su
intimidad.
Oración final: Dios
todopoderoso, que derramaste el Espíritu Santo sobre los apóstoles, reunidos en
oración con María, la Madre de Jesús, concédenos, por intercesión de la Virgen,
entregarnos fielmente a tu servicio y proclamar la gloria de tu nombre con
testimonio de palabra y de vida. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.