“Dios
nuestro: que te conozcamos mejor, para más amarte y más y mejor seguirte. Santa
María, ayúdanos a entrar en relación con tu Hijo”.
Después de leer el Evangelio y todavía con el corazón
caldeado de la Navidad sería lógico tener en nosotros grandes y santos deseos
de ser buenos transmisores del Evangelio y ser también nosotros otro Cristo
para los demás. Las lecturas nos dan unas claves para llegar a ello:
- Ante todo, no mirarnos a nosotros mismos y mirar solo a Dios, diciéndole “Aquí estoy Señor para hacer tu Voluntad” (Samuel en la 1ª lectura y el salmo). Este rato de oración es para eso, para no confundir la Voz del Señor con ninguna otra y no confundirnos… empaparnos del amor (en palabras del salmo: de la ley del Señor) para que quede muy dentro de nosotros y no nos mueva otra cosa que no sea “hacer su voluntad”
- En relación con lo anterior: otra clave es pedir la gracia y no desistir: pedir la gracia, orar y esperar a que “el Señor se incline y escuche mi grito”, esperar en el Señor, no desesperar, ser paciente y confiar: “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor”.
- No tener miedo: gritar ante la asamblea, a todos, la salvación de Dios. No esconder al Señor: gritar con palabras y sobre todo y ante todo, con actos, con obras de Misericordia (recordar el Año jubilar en el que estamos…)
- Y por último, y quizás lo primero, experimentar nosotros mismos la sanación del Señor: como la suegra de Pedro, que después de experimentar la salvación del Señor se puso a servirle. Solo seremos mensajeros de la Misericordia y del Amor de Dios, buenos Evangelizadores, si hemos dejado que la Misericordia y el Amor, el Evangelio, penetren nuestras vidas.
Que esta oración nos sirva para ello. Para empaparnos de
Dios, escuchar a Dios, responder con generosidad y anunciar. Feliz oración.
Confía en Él.