Día
del Señor, leer esto, sentirlo dentro, ya es preparar el corazón para el
acto más trascendental del día de un militante, la oración que no debe dejar
pro nada del mundo, porque la oración resuelve todos los problemas, todas
las pegas, nos da tiempo para todo porque el primero se lo damos a Dios
que es el dueño del tiempo. No seas avaro del tiempo, el tiempo como la vida es
de Dios y es ÉL quien nos lo da. Empecemos con un buen regalo, mejor con una
buena devolución y él nos dará todo lo demás.
Ya nos hemos puesto en la presencia de Dios pues estamos
hablando de Él: ”Creo Señor que estás presente,…” en mi corazón y quiero que
hagas conmigo, pues eres mi amigo mejor, esta oración.
Hoy en todo el mundo, en todas las iglesias, se leerá este
evangelio tan precioso de las Bodas de Caná. Todos le conocemos bien y hemos
meditado más de una vez. Además La Virgen es la protagonista principal que le
hace actuar a Jesús antes de tiempo. Como no nos dice nada de San José quizá ya
se lo había llevado el Padre, van a la boda Jesús y su Madre, que cuidan
las relaciones familiares y están al tanto en la celebración. La Virgen se da
cuenta la primera de que se acaba el vino; sabe lo que tiene que hacer y
nos enseña lo que tenemos que hacer nosotros también cuando algo nos falta. Lo
que les falta los jóvenes que me rodean, corren tras los placeres y quedan
vacíos. No tienen vino, petición, súplica sencilla, discreta, apremiante.
Parece que la Virgen nos enseña a hacer oración, como
cuando la visita el ángel: “¿Cómo será esto si no conozco varón?” “…acordándose
de la misericordia del Señor, siempre. Como la que le hace la otra María de
Betania: “El que amas está enfermo”. ¡Cómo se dirigen al Señor! ¡Qué trato más
exquisito! Afinemos en nuestra oración con estos modelos y con tantos como
encontramos en el evangelio. Por eso el Evangelio debe ser el libro
de cabecera de nuestra oración y una buena forma con el Evangelio
de cada día como hacemos con los puntos de LA Oración del Militante, que
cada vez deben tener más entradas.
Solo repitiendo “No tienen vino” nos podemos quedar todo
el rato, nos falta tanto, estaos tan lejos de lo que Dios pone en nuestro
corazón de lo que quiere de nosotros: “Habla Señor que tu siervo escucha”, sí
aquí estoy para hacer tu voluntad,…
Y aunque para Jesús no había llegado
su hora, así se lo dice, Ella la adelanta. ¿Por qué? Porque hace una
oración humilde, confiada, perseverante. Ya tenemos tres notas para
nuestra oración.
a) Humilde porque como dice san Juan de la Cruz, “el que
discretamente ama, no cuida de pedir lo que le falta y sesea sino de
representar su necesidad-que Él ya sabe- para que el Amado haga lo que fuere
servido. ¡Ah, Si entendiéramos la verdadera humildad que es la del que se
esconde en su nada y se sabe obra de Dios! Cómo sería nuestra oración. Si nos
dejáramos mirar: “Solo os pido que le miréis” decía santa Teresa a sus monjas,
quizá sea el comienzo para dejarnos mirar. Entonces nos sentiremos envueltos en
su humildad que es amor.”
b) Confiada. Ella se fía, cree en la bondad de su hijo, que puede
llegar más allá de lo establecido y adelantarlo porque “En las horas más negras
de mi vida, y el alma esté de penas combatida, cuando todos me dejen, Sagrado
Corazón de Jesús, en ti confío, PORQUE CREO EN TU AMOR PARA CONMIGO”.
Como nos decía el P. Morales y hemos tomado tantas veces como lema:” La Virgen
nunca falla”. Bien lo sabía Ella cuando le dice: “No tiene vino”
c) Perseverante. A pesar de la respuesta de Jesús: ¿Qué tenemos que
ver tú y yo mujer? Y no usa madre sino “mujer” con todo lo que representa en la
salvación su madre por ser la vence al maligno. Por eso su oración por su
humildad y confianza se convierte en un mandato: “Haced lo que Él os diga”.
“Desde aquella hora la Virgen ocupa el centro de
todas las conversiones” (P. Tomás Morales) Porque la conversión del agua en
vino es el signo de todas las conversiones de los hombres por medio de la
Virgen.
Con esta escena del Evangelio, se prolongan las teofanías
de la Navidad, pastores, magos, bautismo y Caná, mostrando su divinidad el
Señor.
Santa Brígida oía en sus revelaciones a Jesús diciéndole a
María: “Pide cuanto quieras. Tú que en la tierra no me negaste nada. Yo no
puedo negártelo en el cielo”. Por eso por su intercesión ¿qué nos puede negar
el Señor que más nos convenga?