En
esta meditación de la curación del paralítico, lo primero que llama la atención
es la escena absolutamente informal. Jesús en la habitación de la casa que da a
la calle y todo lleno de gente: sentados en el suelo, de pie, apoyados en las
paredes, en las habitaciones de dentro, en la calle. De pronto hay unos que
empiezan a romper un trozo de techo. No sé de qué sería, pero empezaron a caer
cosas: tierra, escombros, pajas… ¿y donde caían? Como no podían moverse, encima
de las cabezas de los asistentes y en la cabeza de Jesús. Aparentemente no se
enfadó nadie, sino que se apretujaron un poco más para eludir la basura que
caía, lo que sirvió para dejar algo de sitio a la camilla. Seguro que
Jesús tampoco se enfadó. Se retiró un poco y punto. ¿Dónde está su
dignidad? ¿Cómo mantenía el respeto? Quizás es que eso no afectaba mucho
a su dignidad ni al hacerse respetar. Pensar en lo que yo entiendo por
trato digno a Jesús y mi confianza con Él. Nuestro Padre Llorente solía decir
que había que tener respeto sumo y confianza suma. Respeto y confianza en igual
proporción.
¿De qué les hablaba antes del incidente? Dice el
Evangelio: les anunciaba la palabra. ¿Qué palabra? El evangelista lo cita como
lo más normal, como si fuese lo que predicaba siempre. Y de nuevo ¿Qué palabra?
Creo que no les predicaba: yo soy Dios (eso lo dirá a continuación)
supongo que era eso de Bienaventurados los generosos (=pobres de espíritu). En
un matrimonio, la generosidad se puede medir por el número de hijos que tienen
y por lo que ayudan a otros con su dinero.
También se puede considerar la fe de los camilleros y del
paralítico
Ahora llega lo de “tus pecados te son perdonados”. -
Perdonar sólo lo puede hacer Dios. - Efectivamente y también sólo puede
hacer Dios la curación de la parálisis. No se vuelve atrás de lo primero y
además hace lo segundo. Te alabamos, Señor. Alabarle, confiar en Él, muchas
cosas más y en estos tiempos lo de peregrinar para ganar la indulgencia de la
misericordia…