Mc 3, 31-35
Al empezar la oración hay que pedir luz al Espíritu Santo,
ponerme en la presencia de Dios consciente de ante quién estoy y de qué voy a
hacer para que ese encuentro con Él solo sea como todo el día, ordenado en su
servicio y alabanza.
Este pasaje evangélico que la Iglesia nos propone para
nuestra oración de hoy está motivado por la forma que tiene Jesús de iniciar su
predicación en Galilea. Se ha dado a conocer, ha elegido a sus discípulos, ha
curado enfermos y ha liberado de espíritus inmundos. Han comenzado las
tensiones con los líderes religiosos: ha tocado a un leproso, haciéndose a sí
mismo impuro y comido con pecadores; ha perdonado los pecados al paralítico,
algo que sólo puede hacer Dios; ha curado en sábado, les habla de que trae un
vino nuevo que rompe los odres viejos, etc. Ha creado una tensión que
estalla en el pasaje evangélico de hoy ante las autoridades y su propia
familia. “No está en sus cabales”, dicen sus parientes: ¿Qué ha sucedido en ese
Jesús que fue, durante nada menos que treinta años, el hijo del Carpintero y
que parece haber perdido el juicio?
Jesús ha venido a cumplir la voluntad de su Padre, ese
será su norte y aunque lo tengan por loco, aunque termine colgado de una cruz
nada ni nadie lo apartará de ese camino, de aquí han sacado las fuerzas tantos
santos que a lo largo de la historia de la Iglesia han sido tomados por locos y
muchos de ellos han terminado en el martirio.
En este momento difícil de la vida de Jesús, estaba
presente su Madre y escuchó de los labios de su Hijo que su grandeza no
procedía de la realidad biológica de haber sido Madre de Él, sino de ser la
“esclava del Señor”, la de vivir cumpliendo la voluntad del Padre. Que Ella, la
nueva Eva, la que meditaba todas las cosas en su corazón, nos ayude para
conocer la voluntad de Dios para cada uno de nosotros que es indispensable para
alcanzar la meta prometida, aunque nos tachen de locos, aunque nos quiten la
vida, pues si al Maestro lo han tratado así el discípulo no debe recorrer otro
camino distinto.
Antes de terminar la oración hagamos un pequeño repaso de
cómo van calando en nuestro corazón las enseñanzas de Jesús y pidamos a la
Virgen que nos ponga junto a su Hijo para que con nuestro ejemplo de amor y de
misericordia robustezca a los vacilantes, para que guiados por el Señor
caminemos juntos por el camino de la verdad y así el mundo crea y se convierta.