20 enero 2016. Miércoles de la segunda semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Quizás alguno dudéis sobre que texto meditar en este día. Es verdad que la primera lectura es muy sugerente, que la escena de David y Goliat nos puede ayudar a ver lo que pueden la fe y la confianza absoluta en el Señor, que se expresa en la oración del salmo. Pero nuestra mirada se debe centrar siempre en Jesús, hacia Él va nuestra atención ahora y siempre. Y Jesús en esta escena, y en todo el evangelio revela la misericordia. Jesús es el rostro de la misericordia de Dios.
“El nombre de Dios es misericordia”, es el libro-entrevista del Papa Francisco. Lo he leído de un tirón y me ha sanado interiormente muchas heridas. En sus páginas el Papa dice que la misericordia supera al perdón. Que la misericordia es el perdón que acaricia… es una relectura reveladora de toda su experiencia de vida como sacerdote y en el fondo es casi un relectura de todo el Evangelio de Jesús en clave de misericordia. Después de leer este libro no podemos interpretar este pasaje de otro modo que como revelación de la misericordia.
En la escena de hoy la misericordia se reviste de compasión.
Aunque en la lectura de hoy no aparece la palabra, uno de los verbos que emplean los evangelistas más de una vez para expresar la reacción de Jesús ante el sufrimiento, la enfermedad y la injusticia de las gentes con las que se encuentra es “compadecerse”. A Jesús le llega al alma ver sufrir a las personas. La compasión es el modo humano de Jesús para manifestar la misericordia divina. Como dice el Papa, “Jesús no mira la realidad desde fuera, sin dejarse arañar… Se deja implicar”.
Jesús, al ver a aquel hombre con la mano paralizada en la sinagoga pospone la oración litúrgica para atender aquella necesidad perentoria, porque Jesús se conmueve. Exactamente lo mismo que cuando, al entrar en la aldea de Naim, se encuentra con una mujer viuda que llevaba a enterrar a su hijo único; igual que cuando en Jericó unos ciegos le piden que les cure, lo mismo que cuando al bajar de la barca vio a la multitud que le seguía, etc. Siempre que Jesús se encuentra con una persona que sufre en el alma o en el cuerpo, le da lástima y actúa. Tiene entrañas de misericordia. No así los fariseos, a pesar de ser cumplidores exquisitos de la Ley; su corazón no vibraba más que con la adulación, la vanidad, la soberbia o el orgullo.
Hay dos lecturas de este evangelio: una que produce enfado y rechazo, la que se ve en los fariseos que no ven a la persona necesitada; y la otra es la que refleja el latido de compasión y misericordia del corazón de Jesús que se conmueve ante el dolor de un hombre.

Pero la meditación de hoy no puede terminar aquí. No puede terminar con tu media o tu hora de oración. Está pidiendo una oración prolongada con la vida: porque hay muchas heridas que sanar entre los hombres. Tenemos que sentir al final que Jesús no mira y nos dice: “Vete y haz tú lo mismo”.

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