Para
conocer y amar hay que acercarse y mirar, eso es lo que hace Jesús con los dos
discípulos de su primo Juan el Bautista que le van buscando. Vamos a rezar hoy
profundizando en estos dos verbos. VEN y lo VERÁS
Ven y lo verás:
y contemplarás, como los confines de la tierra, la victoria de nuestro Dios.
Damos gracias a Dios por todo lo creado.
Ven y lo verás:
y encontrarás a un Dios hecho niño pequeño que quiso empezar así su vida de
predicador en la tierra. Prefirió vivir 30 años como una persona normal que
crece desde el vientre de una madre, antes de seguir explicando, ahora con
palabras, cómo hay que vivir y establecer el Reino que su Padre de los cielos
le había encargado proponer. Ese Reino en el que el que no obra la justicia no
es de Dios, y el que no ama a su hermano, tampoco.
Ven y lo verás:
y te darás cuenta de que sólo viviendo al lado de ese Niño-Dios, Jesucristo, se
puede ser verdaderamente feliz. Lo demás son alegrías pasajeras de cotillón y
resaca del día siguiente.
Ven y lo verás:
y descubrirás que una vez que has estado con Jesús, ya solo queda anunciarlo a
los demás: presentárselo a los más cercanos (como Andrés a su hermano Pedro), y
a los más lejanos (a los de nuestras periferias).
Ven y lo verás:
que la mejor gente es la que se ha entregado del todo a Dios y lo ha seguido
con generosidad. Los santos son esos hombres; por ejemplo, el santo de hoy: san
Rigoberto, que primero fue abad del monasterio de san Pedro de Orbais y luego
arzobispo de Reims (Francia), en el año 698. Fue un gran predicador de la
penitencia y de las buenas obras. Ayudó a mejorar las cosas de su época ante el
rey de la época, en este caso Carlos Martel, que primero le desterró, pero
luego le restituyó en su obispado.
A partir de hoy podemos utilizar un signo nuevo entre los
militantes que consiste en hacer la V con cada una de las manos; es decir, Ven y lo Verás.