18 enero 2016. Lunes de la segunda semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

El evangelio de hoy nos pone en contacto directo con Jesús. Respondiendo  una pregunta. “Los discípulos  de Juan el Bautista y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?”
Jesús les contestó. “¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos no pueden ayunar. Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán”.
Todos hemos experimentado, tú y yo, la alegría de participar en alguna boda  de algún familiar cercano o de algún amigo. Ya los días anteriores a la boda lo vamos añorando, esperando, preparando. Lo vivimos con mayor intensidad el mismo día de la boda y los días posteriores lo recordamos con alegría.
Este rato de oración es para dialogar con el Señor, con el mejor amigo. Con el amigo que nunca falla. Siempre está a mi lado en los momentos tristes y alegres. Él está allí siempre cuando más lo necesito.
Cuando este amigo, el novio de la boda, que es Cristo y su Iglesia, está conmigo, tiene que notarse, aunque no hable, lo tengo que hacer presente a las personas con las que convivo en este día. La alegría y la serenidad, junto con la paz es la manifestación real de que Cristo está conmigo; lo siento, escucho, hablo con Él.
Sí, pueden ser sólo algunos momentos, pero me comunican tal fuerza y experiencia de Dios, que según san Ignacio de Loyola, la podemos llamar consolación.
Pero nos previene el Evangelio, que llegará algún momento en que se lleven al novio y entonces nos tocará ayunar, no por el cumplimiento de una ley, sino porque Jesús también se hace presente en la soledad, en el sufrimiento, en el aparente abandono, en palabras de san Ignacio en la desolación.
No tengamos miedo. El novio, Jesús, nos purifica con ese vino nuevo y fuerte  y está dispuesto a llenar nuestros cántaros vacíos para continuar nuestro camino en este día, donde no van a faltar, luces y sombras, consolaciones y desolaciones. Pero siempre en la presencia y en la cercanía de este Jesús que camina  delante de mí y me da la mano cuando aparece  cualquier dificultad. Y me dice. “Soy yo, no tengas miedo”.
Si me ayuda, la imaginación la centro  contemplando a María  que escucha  estas palabras de Jesús. Ella vivió  de manera plena la presencia entrañable de su Hijo a lo largo de toda la vida, que sólo entendía desde la vida de fe, y la ausencia de su Hijo en el momento decisivo  del calvario, cuando nace la Iglesia de su  corazón abierto.

María, a tu lado siempre me sentiré hijo amado, alegre y sereno, porque soy hermano del Novio.

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