Si nos amamos unos a otros, Dios
permanece en nosotros.
Nos ponemos en presencia del Señor en este día dedicado a
la Virgen María.
Estamos aún celebrando este gran misterio del Nacimiento
de Jesús. Mañana celebramos su Bautismo. ¡Cómo corre el tiempo!
Qué bonita la lectura: si nos amamos unos a otros Dios
permanece en nosotros y ese amor es pleno. Cuando hay amor se expulsa el temor.
Ayer visitaba una familia. La mamá estaba escayolada. Su
hijo de 9 años se está preparando para recibir el sacramento de la comunión. A
él, muy alegre, le pregunte algo sobre la doctrina y al llegar a los
mandamientos de la ley de Dios, dudaba si eran cinco y miró a su madre y le
dice ‘¿mamá cuantos son?’ Luego, al hablar de la Ley de Dios, decía que era más
importante el amor de Dios. Al recordarle el resumen veíamos que se encierran
en dos: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Dios
me da fuerza para amar al prójimo, y el prójimo me hace ver la presencia de
Dios, así está el amor pleno.
En el evangelio escuchamos la frase ‘Ánimo, soy yo, no tengáis miedo.’ Cuántas veces en nuestra vida dudamos
y tenemos miedo y sin embargo, cuando confiamos en Dios, Él nos ayuda en la
vida. Cada línea de este pasaje del evangelio de San Marcos contiene un mensaje
capaz de alimentar nuestra meditación. Primero nos revela un rasgo de la
identidad de Jesús: después de
despedir a la gente, se retira al monte a orar. Así hacemos nosotros cada día, nos
retiramos a orar. Pero Jesús, en medio de las dificultades, sigue atento a la
situación de los suyos, en peligro de zozobrar; les sale al paso caminando
sobre el lago; les infunde ánimos para superar el miedo y se une a ellos en la
barca haciendo amainar el viento contrario que los amenazaba. ¿No nos vemos
también reflejados en los discípulos y en ese miedo que le hace confundir la presencia
de Jesús con un fantasma?
Señor Jesús, también nosotros necesitamos que subas con
nosotros a la barca de nuestra vida para disipar los miedos que nos embargan y
hacernos avanzar en paz hacia el puerto que son los brazos del Padre.
En este año dedicado a la Misericordia, si oímos la
palabra ‘MISERICORDIA’, que nos parezca como nueva. Que María nos ayude a
vivir con la alegría durante este jubileo las obras de Misericordia.