Empezamos nuestra oración invocando
al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el
fuego de tu amor”.
Una vez que ya nos hemos puesto en
presencia de Dios pidiendo la asistencia del Espíritu Santo, podemos repetir al
Señor lentamente y varias veces: “Jesús en Ti confío, Jesús en Ti confío,…”
En estos tiempos de lucha por la fe,
en medio de la sociedad relativista que nos toca vivir, donde cada vez es más
fácil dejarse llevar por la corriente que nos arrastra en nuestro alrededor hay
que tener de una manera radical, confianza en el Señor. Para mantenerse firme
hay que pedir la gracia de Dios continuamente y beber de los sacramentos, en
especial de la Penitencia y de la Eucaristía, porque somos muy débiles y si no
estamos amarrados fuertemente al tronco recio, que es la Iglesia, nos podemos
dejar arrastrar.
Quizás en algún momento de tu vida
has vivido la experiencia de Onésimo. En la primera lectura, del apóstol San
Pablo, se nos habla de él. Onésimo fue un esclavo que tras robar a su amo,
Filemón, se escapa en busca de su libertad. Buscando por si mismo la libertad
está a punto de perder su vida. El encuentro con un médico, San Lucas, y con
San Pablo le lleva a encontrar la respuesta de la verdadera Libertad, la ganada
por Jesucristo para nosotros gracias a la derrota del pecado. Esta historia se
asemeja a la historia del hijo pródigo. En ella, el hijo menor escapa también
de casa en búsqueda de su propia libertad. También encuentra desgracia, pero
sólo la misericordia de su padre le sana totalmente y encuentra en ella su
Libertad.
Estos dos relatos nos ayudan a
reflexionar sobre cómo está nuestra vida. ¿Procuro hacer yo sólo mi vida
mirándome a mí mismo, queriéndome así realizar? Después de esto, ¿he caído y me
he sentido perdido completamente? La Libertad sólo viene de Dios. Como dice el
salmo: “El Señor liberta a los cautivos. El Señor abre los ojos al ciego, el
Señor endereza a los que ya se doblan”.
La alegría y libertad sólo están en
Cristo y en dejarse hacer por él. Y cómo también nos recuerda el Evangelio de
Hoy: “el reino de Dios está dentro de vosotros”. Por eso tenemos que tener
confianza en el Señor porque Él es el único que nos puede hacer felices.
Le pedimos a la Santísima Virgen,
nuestra Madre, que interceda por nosotros en este rato de oración para que
nuestro corazón se vaya convirtiendo día a día al Señor y para que nos demos
cuenta de que el Reino, la Alegría y la Libertad, vienen de Dios.
Terminamos nuestro rato de oración
dándole las gracias a Dios y diciéndole “Jesús en Ti confío, Jesús en Ti
confío..."