Comenzamos un nuevo año litúrgico, y la Iglesia suele invitarnos a ponderar lo que será el
fin del mundo, cuando vuelva definitivamente Jesucristo. Lo hace así para que
nos preparemos adecuadamente.
La pregunta nos surge en automático: ¿cómo hacerlo?
Creo que la segunda lectura que hemos
escuchado nos ha dado la clave para ello: Abandonando las obras de las tinieblas, y vistiéndonos de
las armas de la luz... Como en pleno día procedamos dignamente; basta ya de
excesos en la comida y en la bebida, basta ya de lujuria y libertinaje, no más
peleas ni envidias. Por el contrario, revistámonos del Señor Jesucristo...
El P. Morales en una de sus obras se
hace eco de estas palabras, y nos invita a vivirlas con la mayor plenitud
posible. Permitidme que me haga eco de ellas:
· "Hora es ya de despertar del sueño": Hora es ya de que cada uno de nosotros sacudamos el letargo en que
podemos encontrarnos... Hora
es ya de olvidarnos de
nuestros problemillas para dejarnos obsesionar por el gran problema: ¡Un mundo
que necesita un salvador: «Despierta,
Señor, tu poder y ven a salvarnos.» Hora
es ya de superar nuestras
pequeñeces ridículas, de nuestras preocupaciones tontas, de nuestras niñerías
espirituales. Hora es ya de despertar del sueño y empezar a ser
santos ¡Madre, hazme despertar
del sueño...! ¡Sacúdeme para
que no siga dormitando...! Quiero
decirte con San Bernardo: «Es
ya tiempo de que yo deje de jugar a la vida y me ponga a vivir realmente... Voy
en busca de Dios, voy a hacerme santo; para eso fui creado.»
· "La noche va pasando": Noche sobre el mundo que va destruyéndose hasta consumarse la catástrofe final
que nos anuncia el Evangelio: «Habrá
señales en el sol, luna, estrellas… y se secarán los hombres de espanto por el
temor de lo que amenaza a todo el universo.» «No quedará piedra sobre piedra», ha estado repitiendo la Iglesia en
estos últimos días del año litúrgico. Simbolizan el final de los tiempos, la
liquidación de la historia humana y el comienzo de la eterna para unos y para
otros. «E irán los justos a la
vida eterna, y los réprobos al suplicio eterno.» Unas palabras finales nos aseguran
que la noche de la muerte y de la destrucción acabará envolviendo todo lo que
captan nuestros sentidos: «Los
cielos y la tierra pasarán, pero mi palabra no pasará.»
· "El día se acerca": ¡El día de la eternidad..., el día del nacimiento de la vida eterna entre nosotros..,
Dios niño en Belén que viene a buscarnos para arrastrarnos a lo definitivo y
eterno. ¡Va a romper la aurora del gran día...! La vida eterna aparecerá entre nosotros, nacerá en
nuestros corazones. Adviento
es preparación para un doble nacimiento: histórico
de Jesús en Belén; actual, en nuestros corazones. El día se acerca, el de nuestro nacimiento definitivo en
Dios al verle cara a cara, cuando el alma victoriosa rompa las ataduras de
cuerpo y vuele hacia Él. «Ahora
está más cerca nuestra salvación que cuando empezamos a creer.» Cuando
empezamos a creer, éramos
niños de pocos años. Ahora han pasado muchos. Nos queda menos para llegar al
término. Dios, nuestra
salvación, está más cerca,
muy cerquita... Quizá
dentro de este Adviento, de
esta Navidad, de este nuevo año de salvación.
· Santa María del Adviento, Reina y Madre nuestra; Queremos hacer nuestros los anhelos de Isaías..., y la
purificación predicada por Juan Bautista, que nos prepara por caminos de
penitencia al encuentro con Jesús, que nace. Queremos, sobre todo, el amor con
que tú, con Dios en tu seno, te preparabas para el nacimiento. Que así sea.