24 noviembre 2016. Jueves de la XXXIV semana del T. O. – San Andrés Dung-Lac y co. – Puntos de oración

Después de haber vivido el domingo pasado la fiesta de Cristo Rey, seguimos prologando durante la semana el final del año litúrgico y es en esa orbita en la que debemos ubicar las lecturas que nos ofrece la liturgia en estos días. A diferencia de lo que la mayoría podría pensar, a mí me parece que las lecturas de hoy son muy esperanzadoras. Y en esta clave os propongo hacer la oración de hoy… alimentando la virtud teologal de la esperanza. El salmo 99 no nos podría ofrecer mejor ayuda: “Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos”, meditar en esta realidad es sin duda un aliciente eficaz en esta espera confiada. En el mismo texto encontramos: “El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades”… con darle vueltas a esta frase podríamos tener ya la oración hecha.
Pero las lecturas nos sugieren más cosas. Después de hacer una descripción muy gráfica de los “últimos tiempos”, van a lo fundamental del mensaje.
1. “Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero”. La imagen del banquete de bodas tiene un simbolismo de muy antigua tradición en los escritos bíblicos y hace referencia al final de los tiempos y a la llegada del Reino de Dios. La representación de esta realidad es muy consoladora. Después de la tormenta viene la calma, llega un Reino de Paz. Es el banquete de bodas, una gran fiesta. Pero hemos de estar preparados e ir con el traje de bodas, ya nos lo dice Jesús en las parábolas de “las diez vírgenes” y la del “banquete de bodas”. Esto nos invita a examinarnos continuamente en el amor. Para hacerlo os propongo repasar las siete obras de misericordia espirituales, que quizá sean las que más nos cuesten practicar, y proponernos practicar una de ellas en este día.  
2. “Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”... Esta frase nos pone en sintonía con el tiempo litúrgico que empezaremos a vivir dentro de poco. Precisamente el Adviento nos estimula a cultivar con mayor intensidad la virtud de la esperanza. Las guerras y calamidades que anuncia el evangelio de hoy son figura también de nuestras dificultades y luchas diarias, imprescindibles para nuestra santificación personal. Pero ahí no acaba todo, el Reino de los cielos está cerca, más cerca de lo que imaginamos, está en nuestro corazón. Que salgamos de la oración con el deseo de construir un mundo más fraterno, para que “el de al lado” se entere que el Reino también se encarna en personas concretas aún con sus múltiples fallos y limitaciones.

En plena Campaña de la Inmaculada, pidamos a Santa María de la esperanza nos ayude en estos propósitos.

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