Después de haber vivido el domingo
pasado la fiesta de Cristo Rey, seguimos prologando durante la semana el final
del año litúrgico y es en esa orbita en la que debemos ubicar las lecturas que
nos ofrece la liturgia en estos días. A diferencia de lo que la mayoría podría
pensar, a mí me parece que las
lecturas de hoy son muy esperanzadoras. Y en esta clave os propongo hacer
la oración de hoy… alimentando la virtud teologal de la esperanza. El salmo 99
no nos podría ofrecer mejor ayuda: “Sabed
que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos”, meditar en esta
realidad es sin duda un aliciente eficaz en esta espera confiada. En el mismo
texto encontramos: “El Señor
es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades”… con darle vueltas a esta frase
podríamos tener ya la oración hecha.
Pero las lecturas nos sugieren más cosas. Después de hacer
una descripción muy gráfica de los “últimos tiempos”, van a lo fundamental del
mensaje.
1. “Bienaventurados
los invitados al banquete de bodas del Cordero”. La imagen del banquete de bodas tiene
un simbolismo de muy antigua tradición en los escritos bíblicos y hace
referencia al final de los tiempos y a la llegada del Reino de Dios. La
representación de esta realidad es muy consoladora. Después de la tormenta
viene la calma, llega un Reino de Paz. Es el banquete de bodas, una gran
fiesta. Pero hemos de estar preparados e ir con el traje de bodas, ya nos lo
dice Jesús en las parábolas de “las diez vírgenes” y la del “banquete de
bodas”. Esto nos invita a
examinarnos continuamente en el amor. Para hacerlo os propongo repasar las
siete obras de misericordia espirituales, que quizá sean las que más nos
cuesten practicar, y proponernos practicar una de ellas en este
día.
2. “Levantaos,
alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”... Esta frase nos pone en sintonía con el
tiempo litúrgico que empezaremos a vivir dentro de poco. Precisamente el
Adviento nos estimula a cultivar con mayor intensidad la virtud de la
esperanza. Las guerras y
calamidades que anuncia el evangelio de hoy son figura también de nuestras
dificultades y luchas diarias, imprescindibles para nuestra santificación
personal. Pero ahí no acaba todo, el Reino de los cielos está cerca, más cerca
de lo que imaginamos, está en
nuestro corazón. Que salgamos de la oración con el deseo de construir un
mundo más fraterno, para que “el de al lado” se entere que el Reino también se
encarna en personas concretas aún con sus múltiples fallos y limitaciones.
En plena Campaña de la Inmaculada, pidamos a Santa María
de la esperanza nos ayude en estos propósitos.